En los siglos XVII y XVIII era muy frecuente en las cortes europeas que los cantantes masculinos de ópera muy populares se castraran con el propósito de que la voz no les cambiara antes de llegar a la pubertad , cuando regularmente la voz tiende a oscurecerse. El cambio preservaba la voz aguda de los niños con una potencia mayor muchas veces con el timbre agudo de soprano o de contrato.
En aquella época gozaba de mucha popularidad en las cortes y la práctica continuó hasta mediados del siglo XVIII. Aunque existieron castratos muchos años después como se les llama todavía, sus actuaciones se limitaron a festejos religiosos y a composiciones especialmente escritas para ellos.

Tal vez el caso más famoso sea la ópera Xerxes, o Jerjes, el monarca persa, hijo del gran Darío escrita en Inglaterra por George Friedrich Handel, autor de El Mesas, composición escrita en 1738 cuya famosa aria “Ombra mai fu”, escrita especialmente para un castrato muy famoso de la época, con el tiempo ha sido parte del repertorio de la mayoría de los tenores más famosos del siglo 20 y aún se sigue cantando por tenores líricos, como en su tiempo a mediados del siglo pasado lo hicieron los Benaminio Gigli, Franco Corelli, Gussepi Del Monaco y muchos otros. Los monarcas actuales y las iglesias católicas suelen emplear en festejos de carácter muy religiosos a uno que otro castrato que aún viven y que periódicamente encuentran roles en óperas y composiciones escritas siglos atrás.

Los castratos son voces agudas muy hermosas de gran valor artístico en la historia de la música operática. Vale la pena oírlos, porque hay de muy alta calidad.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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