Mayo ha sido por tradición un mes de abundantes lluvias, y sus aguas caían como bendición para la agricultura, e incluso, para quienes en algunas regiones les atribuían “propiedades” curativas de la mala digestión.
Ahora están escaseando las aguas y si alguien se atreve a beber las pocas gotas que caen, puede terminar intoxicado, sea por la acidez o por la elevada contaminación que surge de los humos de diferentes vertederos incendiados.

Lo de la escasez de lluvia viene a cuento, porque Mayo se ha comportado como un mes del período de cuaresma, cuando llueve poco, excepto que la cuaresma resulte “hembra”, cuando según la tradición campesina, viene cargada de agua.

De lo que hablamos es que la sequía cíclica desde el año pasado, se ha extendido a un mes lluvioso, antesala del inicio de la temporada ciclónica, en junio, que puede ser una amenaza por las tormentas, o los huracanes, o una oportunidad cuando dejan mucha agua con vientos moderados.

Asumimos que los incendios de abril y mayo son simplemente la combinación de la sequía y un desastroso manejo de los botaderos y el cúmulo de lixiviados en sus profundidades, que son un factor a tener en cuenta para cualquier inflamación espontánea.

Todo eso pese a la idea que sugiere que los fuegos han sido provocados, porque suceden en municipios gobernados por alcaldes del partido gobernante. Olvidan que en la cordillera Central, donde no hay vertederos, han ocurrido al menos 17 incendios en lo que va de año.

Sequía y mal manejo son una combinación propiciatoria de los incendios. En el caso de Duquesa, era algo previsible, y de hecho, el gobierno nacional creó una comisión con el propósito de rehabilitarlo, “cerrarlo técnicamente” y buscar un área para construir un depósito adecuado de los desechos del Gran Santo Domingo.

La disposición final de los desperdicios en el país es un tema pendiente, y el gobierno lo tiene en su agenda. Por eso apoya Dominicana Limpia, que debe recibir más empuje. Es necesario que se busque la solución de un problema secular en la vida dominicana, desde la colonización.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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