Esa mañana Bosch envió un cable al representante dominicano ante la OEA a fin de que presentara una enérgica protesta por esta nueva agresión haitiana. El canciller Héctor García Godoy, quien había sustituido a Freites, reunió al cuerpo diplomático para comunicarle la intención del Gobierno de dar un ultimátum a Duvalier para que cesara de inmediato el fuego contra una población dominicana. El país, le dijo el Canciller, se reservaba el derecho de responder con los medios que considerara a su alcance.

Probablemente no se conozcan nunca todos los detalles de lo sucedido ese día. Pero Bartolomé Benoit, entonces jefe del comando de Mantenimiento de la Base de San Isidro, a cuyo cargo estaban el cuidado de los aviones y los blindados, me relató, en todas las entrevistas que sostuvimos, que a muy temprana hora de esa mañana del 23 de septiembre fue enviado a buscar por el general Atila Luna. El jefe de la Fuerza Aérea estaba con Bosch en el extremo de la pista, casi al borde de los montes que la rodean, esperando dentro de un automóvil. Las escoltas de ambos vigilaban unos metros más atrás. Después de la breve presentación de rigor, el Presidente se dirigió a Benoit:
-¡Prepárese, coronel. Quiero que nuestros aviones comiencen a dejar caer sus bombas sobre Puerto Príncipe a más tardar a las once de la mañana!-

Atila guardaba silencio. Benoit se retiró para tener listos los aviones. En cada una de nuestras entrevistas insistí con Benoit, ya como general retirado, con respecto a esta versión y siempre me contó la misma historia.

Luna, por su parte, tenía otra versión, aunque muy parecida y que encaja en el relato de los hechos que la prensa dominicana del día siguiente, 24 de septiembre, publicó de los incidentes en la frontera.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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