Según Luna, mientras se preparaban los aviones logró comunicarse por radio con el puesto militar de Dajabón para saber que había sucedido. El sargento encargado de las comunicaciones le dijo que no había acontecido nada grave. Con excepción de unos cuantos disparos del otro lado, sin consecuencias, todo estaba normal. Bosch le había convocado a su casa. Allí se encuentra con varios ministros. El de Obras Públicas, Del Rosario Ceballos, le preguntó qué él necesitaría de su ministerio en caso de una guerra con Haití. El general Luna le respondió:
-¡Todo, Sr. Ministro. Todo, incluyendo patanas para trasladar los tanques!

Después de una breve espera, la esposa del Presidente le dijo que Bosch prefería verle en el Palacio, para donde saldría de inmediato. En el despacho presidencial aguardaban ya los jefes de Estado Mayor de la Marina, Rib Santamaría, y del Ejército, Hungría Morel. Al llegar Bosch con Viñas Román, el primero le dijo a Luna:

-General,- ¿Pueden los aviones dominicanos bombardear el palacio presidencial de Haití sin tocar el hospital que está cerca?

-¿A qué distancia queda el hospital, señor Presidente?
-A unos quinientos metros.
-Podemos meter las bombas por las ventanas que usted desee.
-Pues comience el bombardeo a las once de la mañana (eran alrededor de las 8:30 a.m.)
-Bien, pues deme la orden por escrito, señor
-¡Yo soy el Presidente y le estoy dando una orden!
-Sí, señor. Pero debo dar esa orden más abajo por escrito.
Bosch alegó que los haitianos estaban atacando Dajabón. Luna entonces le replicó que si eso fuera cierto él no necesitaba de una orden presidencial para responder a ese ataque. Bosch le habría emplazado diciéndole a Luna si creía que él estaba hablando mentiras.
-“No, señor Presidente, pero es posible que los que le informaron sí estuvieran
diciendo mentiras”.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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