Muchas cosas hacen la diferencia en la vida. Muchas actitudes y hasta la manera en que vivimos, actuamos y pensamos, nos hacen desencajar en un ambiente muy dado a cuestionar, calificar y dar por un hecho situaciones de las que solo sabemos lo que nos han dicho otros.
En nuestra sociedad caemos mal, cuando decimos de frente lo que pensamos, cuando no aceptamos lo que no nos gusta, cuando anteponemos nuestras convicciones y nos negamos a ser complacientes aunque eso implique perder el afecto de los demás.

La gente, en su mayoría, si escucha un rumor que afecta la moral o la integridad de una persona, no importa si quien lo propaga es un reconocido o reconocida calumniadora, si la víctima del comentario malsano, no es de su agrado o es blanco de su envidia, le va a otorgar calidad total de veracidad y no solo eso, continuarán difundiendo la infamia. Así somos.

Es más, personas en la que uno confía y quiere, al punto de sentirlas como parte de la familia, que te conocen y que crees ciegamente que te quieren, se convierten en receptores de estas calumnias y no solo no reaccionan, no interceden a tu favor, sino que guardan silencio, jamás te dicen lo que sucede a tus espaldas. Su temor a perder bonos con Dios y con el diablo, no les permite un asomo de lealtad.

Siempre he dicho y lo sostendré hasta el final de mi paso por esta vida, que no me gusta la gente que le cae bien a todos, que no creo en la honestidad de quien está bien con todo el mundo. A alguien le finge, con alguien no es sincero. Puedes vivir en paz y eso es lo correcto, pero las diferencias son parte de una existencia saludable. No es verdad que todas las personalidades y actitudes nos resultan afines y agradables.

De mí, solo puedo hablar yo. De mis cosas, de lo que hago o no, de lo que quiero o no, de lo que digo o callo, de lo que pienso o no pienso. Y es así como pienso en torno a los demás, solo ellos mismos pueden hablarme sobre ellos y sus cosas. Me dirán lo que quieran, callarán lo demás, pero a mí me bastará con lo que ellos me digan.

No entiendo y jamás entenderé por qué preguntar a terceros y dar por un hecho lo que los involucrados jamás me han contado.
De la vida y nuestras cosas solo sabemos nosotros, lo demás es especulación, calumnia, y si se quiere ser más explícitos, lo demás es solo chisme barato, mentiras vertidas sobre alguien a quien nunca, a pesar de ingentes esfuerzos, llegamos a igualar.
Aprendamos a respetar a los demás, sobre todo si es alguien que nos ha brindado verdadera y entrañable amistad.

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