Recientemente, en una de las asignaturas de maestría en educación, se discutía el rol del maestro. Era un foro en el cual participaron, además de los estudiantes y los instructores, parte del personal docente, incluido uno de los decanos de la facultad de Educación de la escuela de graduados de la institución académica, ubicada en la ciudad de Nueva York.

Los estudiantes, profesionales de distintas áreas con interés en dedicarse a la enseñanza, debían exponer en cinco minutos lo que para ellos era el rol de un maestro, especialmente de uno en los grados de primero a quinto.

La idea era destacar los alcances del rol de un educador en la vida de sus estudiantes, más allá de las responsabilidades dentro del aula.

Los expositores aportaron interesantes datos que llevaron al panel a concluir que, el del maestro es un rol que abarca el acompañamiento de sus alumnos más allá del terreno académico, es un compromiso que se extiende un poco más de las horas de clases.

Acorde con lo expuesto allí, un buen educador, además de cumplir de manera fiel con el programa académico que se le asigna, debe conocer no sólo las necesidades académicas de sus alumnos, sino que debe estar al tanto del entorno familiar del cual proviene.

Un buen maestro debe conocer el historial académico de cada estudiante, pero también el historial médico.

Es deber de un docente vigilar la calidad de lo que sus alumnos comen a la hora de merienda y orientar a los padres acerca de las consecuencias de la obesidad y otras condiciones que pueden poner en riesgo la salud, el aprendizaje y la vida de los estudiantes.

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