Cuántas veces hemos sentido que, aún teniéndolo todo o simplemente poseyendo lo que se considera indispensable para vivir, nos faltan razones para ser felices.

Mil y una veces nos asalta la angustia y desolación aún envueltos en el más cálido de los abrazos.

Es recurrente nuestra manía de buscar en cajones vacíos lo que nunca hemos guardado, porque sencillamente, nunca lo hemos tenido.

Las lecciones que nos va dando la vida día a día, solo nos sirven mientras dura el dolor. Solo las valoramos el tiempo que dura la prueba, mientras la tristeza y la aflicción desplazan por momentos a nuestra altivez y derrotan por completo nuestra avasallante arrogancia.

Pasado el trago amargo, olvidamos las consecuencias de nuestros errores y retomamos con más energía el camino equivocado que nos devolverá no solo al dolor, sino que nos llevará a nuevos fracasos.

Las cosas serían tan diferentes si tan solo aprendiéramos a valorar todo lo que tenemos, todo lo que nos rodea.

Si supiéramos aquilatar el valor de los afectos sinceros, la lealtad y la solidaridad en cualquier tiempo y espacio, nunca más nos sentiríamos solos. Todo sería mejor si le diéramos valor a la vida y no a las cosas materiales por las cuales algunos se desvelan.

Si nos sintiéramos inmensamente afortunados por el solo hecho de despertar cada mañana, poder ver y sentir la luz del sol o si al sentir la humedad de nuestra ropa mojada por la lluvia, diéramos gracias por la bendición de estar vivos, en vez de maldecir por tener que volver a vestirnos, dejaríamos de seguir esperando lo que ya tenemos pero que nos negamos a ver.

Soy optimista y creo que es posible cambiar, ver la vida de otro color. Si alguien me preguntara que en qué momento comenzaríamos a notar este cambio, le respondería que cuando una sonrisa, un abrazo, una llamada, o una palabra, tengan el poder de hacernos felices, ahí estaremos iniciando el camino correcto hacia una vida más placentera. Estamos viendo el renacer de la fe y esparanza. De esta manera estaríamos dando paso a un ser humano más agradecido y feliz, alguien que puede disfrutar la vida al máximo, teniéndolo todo, poco o casi nada, porque ya sabrá qué es lo que realmente es importante.

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