No podemos esperar una sociedad equilibrada sin familias sanas, porque estas componen el eje central de la misma. Durante más de una década, hemos tratado de orientar a los hogares dominicanos desde nuestra columna Por Tu Familia, para con ello aportar un granito de arena, con la única finalidad de preservar nuestros valores morales, éticos y cristianos.

Un año más que finaliza, 2023, el cual considero el de mayor bombardeo a nivel global y, por ende, en nuestro país, en contra de eso último señalado. No obstante, directa o indirectamente todos hemos estado atentos y a la defensiva de todo aquello que pretenda dañar la verdadera esencia de nuestras familias, en particular lo dirigido a la población más frágil y con la que debemos de tener mayor celo, que son nuestros niños, cuya base de su personalidad está desde su nacimiento hasta los 6 años. Y qué decir de nuestros adolescentes, por los cuales los padres tienen que mantener un pulso entre lo que ellos les enseñan y lo que desde fuera va completamente inverso.

Tenemos múltiples situaciones que resolver. Entre estas, algo que verdaderamente está destruyendo la salud mental de los ciudadanos, y es el tránsito vehicular, donde manejar un vehículo de motor es más que pesadilla para los que por la razón que sea debemos desplazar por las calles y carreteras de nuestro país. No solo violencia verbal y bocinas, sino la forma temeraria, criminal en que se conducen, que ha dejado muertes, mutilaciones y condiciones que en ocasiones no te permiten volver a llevar una cotidianidad idónea. Cifras que ocupan el primer lugar de América Latina y creo 2do del mundo. Eso se dice fácil, pero es fuente generadora de grandes enfermedades y condiciones físicas, especialmente cardiopatías, hipertensión, en cuanto a lo emocional, niveles incalculables de estrés, ansiedad, angustia, siendo estas las causantes de las primeras, ya que la mente es quien domina el organismo.

Donde dejar el alto nivel de ruidos callejeros, que no ha bastado quitar mufles, sino añadirles sonidos explosivos, tan altos que sobrepasan los decibeles tolerables por el oído humano, sin importar horas, al contrario, después de la medianoche, pareciere como si fuera un deleite de niños darse el lujo de transitar y competir por nuestras principales calles y avenidas quién corre y suena más.

Más que reflexión, esto es un llamado SOS a las autoridades y a cada persona volverse en defensa de preservar nuestra paz y respeto ciudadano.

En medio de todo, somos un pueblo con fe en Dios y gran solidaridad. ¡Vamos a demostrarlo!

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