Los fenómenos naturales, como el que acaba de acontecer, pueden ser predecibles, sin embargo, estos pueden variar de forma tal que los eventos sean completamente opuestos a todo pronóstico y sistema de medición. En ocasiones sorprenden de manera positiva, no solo a la población, sino a los llamados expertos en meteorología, en otras, negativamente en dimensiones catastróficas, de forma tal que si no se tomaran medidas preventivas sería imposible cuantificar los daños que ocasionaría.

La naturaleza está convulsa. Basta una mirada para encontrar en todo el globo terráqueo, incendios como nunca en la historia, inundaciones donde no se habían visto, terremotos, tsunamis, volcanes erupción que habían pasado siglos estáticos. En todos los continentes se están registrando grandes eventos naturales, o por lo menos así se llaman, que tienen a la humanidad en una especie de compás de espera que conlleva a niveles de ansiedad y problemas emocionales tampoco con antecedes en su registro.

Sumado a esto, tenemos informaciones y nuevas pautas para la vida a través de las cuales se pretende romper con todo parámetro de lo que es sano o patológico, correcto o incorrecto, siendo el blanco principal al cual se dirigen las mismas, la familia.

Las directrices, especialmente para el desarrollo de nuestros niños desde muy temprana edad, buscan distorsionar su propia condición biológica con ideas tan descabelladas e insólitas como las de poner en dudas la naturaleza de sus propios cuerpos, de si son o no son niñas o niños. En mi posición de madre, psicóloga y cristiana no puedo quedar callada ante todo lo que estamos recibiendo, que no solo amenaza e intenta, sino que ya se está estacionando en nuestra sociedad en deterioro a la formación que le toca a padres, madres o tutores, sobre cómo van a educar sus hijos.

Recién hice la pregunta a unos obreros jóvenes de si saben lo que se pretende hacer con sus hijos, me llevé la gran sorpresa con la ira y defensa que expresaron en contra de cosas que estaban viendo por vía de las redes sociales. No son ignorantes del problema, y más aún, atentos ante cualquier cosa como dijeron que “quieran inventar con sus niños”, usando expresiones tan enérgicas como: “¡Hasta ahí llegaron! ¡Que no se equivoquen con nuestros muchachos!”, acentuando todos con la cabeza.

Conjugo detección a tiempo de fenómenos naturales con esto último, porque sutilmente se quiere dañar lo más preciado de una nación, sus niños, robando su inocencia, que igual que la vida, no se recupera.

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