“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” (Santiago 5:16). “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. (Marcos 1:35) “Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba”. (Lucas 5:16)

Basta haber tenido la oportunidad de estar en un país dentro del lejano continente asiático, en cuya capital se encuentra la iglesia más grande del mundo, donde se reúnen los domingos aproximadamente un millón de personas, para entender el significado de la fe, la oración y el conocimiento de Dios, para la vida del hombre. La primera vez que asistí, es impresionante como desde los parqueos que tienen hectáreas de terreno, se siente un ambiente diferente. Seúl, una gran urbe, donde la cultura y raza son totalmente distintas a las nuestra, sin embargo, hoy profesa el cristianismo como mayoritario en esa nación, donde hasta las expresiones del rostro de los hermanos en la fe al encontrarlos en la entrada, rompían de manera impresionante e inexplicable esa enorme barrera cultural. Dí gracias a Dios por compartir esa experiencia durante semanas y ver cuan grande es Dios.

Las citas bíblicas con las cuales hemos iniciado nos muestran el valor de la oración, el poder sobre cualquier circunstancia humana, la cual hasta el propio Jesús, aun siendo Dios, se alejaba y oraba al Padre en diferentes momentos del día y en toda circunstancia. Nosotros los dominicanos hemos tenido de generación en generación la oportunidad de vivir y practicar, a pesar de nuestras debilidades y fallas como humanos, la fe cristiana, lo que nos ha enseñado a buscar, y somos muchos los que hemos aprendido esto, y a creer cómo la oración lo cambia todo.

La llamada pandemia ha sido un remover del espíritu cristiano que mora en nosotros, y se que aun el más incrédulo ha tenido la experiencia de ver cómo, de todas las clases sociales, medios de comunicación, redes, día tras día, familias pedían y siguen pidiendo oración por sus enfermos. Hemos visto cómo llegó un virus que no discrimina edad, estatus, color piel, al contrario, al inicio las pérdidas de vida desgraciadamente fueron a personas de clase media-alta y alta. Penoso, triste, pero nos hemos mantenido y nos mantendremos con esa arma poderosa, especialmente para el sector salud, que está haciendo, guiados por Dios, lo inimaginable para sanar. Lo estamos logrando, continuemos humillándonos delante de nuestro Señor Jesucristo.

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