Las acciones delictivas y la delincuencia común han desbordado la capacidad de aguante de la sociedad dominicana y es ahora la mayor prioridad del Gobierno frenar a cualquier precio este flagelo y el crimen organizado. No hay hogar seguro ni propiedad que se respete y la zozobra que agobia a los ciudadanos, sobre todo, a los hombres y mujeres de trabajo raya los niveles de soporte.

Nayi Bukele ha mostrado que se puede poniendo de rodillas a las Maras Salvatruchas y su desmanes, rompiendo, incluso, parámetros legales soportando las críticas de las llamadas organizaciones de Derechos Humanos que, defienden todo, menos a los humanos.

Rudolf Guiliani también mostró en gestión como alcalde de la ciudad de Nueva York, que cuando se quiere se puede. Aquí podemos lograrlo poniendo mano dura contra los bandoleros y sus desmanes y, poniendo en “punto rojo” a los agentes, fiscales y jueces corruptos que los protegen.

El presidente Luis Abinader habló claro cuando exhortó a los criminales que andan como chivos sin ley a entregarse o la autoridad responsable del orden y el propio Gobierno estarán de frente.

Las redadas contra los indocumentados y la recuperación de propiedades privadas ocupadas por ellos, que quieren apoderarse del país, han dado un respiro, pero se requiere de mayores acciones inmediatas para impedir que los enemigos de la nación puedan pescar en río revuelto.

Es tiempo de jornadas decisivas en los barrios, callejones y otras zonas donde se esconden los delincuentes para salir a cometer sus fechorías en horas específicas y aprovechando el descuido de ciudadanos y de las propias autoridades.

La gente no duerme, hay miedo horrible de salir a las calles y no es posible que la parte productiva del país sucumba, pues la delincuencia tiene el control de todo. Evitemos que la gente decida hacer justicia con sus propias manos, porque entonces sería peor. ¡Paremos la delincuencia!

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