La mayor oportunidad que tiene la población de ejercer su poder de pueblo es en las urnas, en los procesos electorales, sobre todo, cuando su voluntad no es comprada ni conculcada, porque con su voto puede poner y quitar.
En esta ocasión, por el volumen de votantes que acudió a los colegios electorales, se puso de manifiesto el deseo de cambiar el estado de cosas y poner rostros nuevos al mando del Estado y en el ejercicio de las principales expresiones de poder.

Unos van y otros vienen, es la ley de la vida. En esta ocasión los ciudadanos recurrieron a su poder de pueblo para escoger en primera vuelta a un nuevo presidente de la República, así como senadores y diputados, rompiendo la actual composición del Congreso Nacional, cuyo ejercicio no es bien visto, con honrosas excepciones.

Ahora falta esperar que la calma y la cordura se impongan y que la voluntad de la gente expresada en las urnas sea recompensada con un buen ejercicio, la preservación de los recursos del Estado, la fortaleza del erario, la recuperación de los bienes desviados y el control en el gasto público.

Al parecer, la decisión de la gente estuvo marcada por ese deseo de producir cambios en las estructuras de mando y, con ello, dar oportunidad a las nuevas generaciones de construir su porvenir y aportar al desarrollo de la nación como demandan los nuevos tiempos.

Las autoridades electas tienen ahora el compromiso de compensar esa expresión de pueblo produciendo, sin dilación, los cambios esperados, mayor justicia social, menos delincuencia, control del nepotismo, correcto manejo de los dineros del erario y mayor garantía de tránsito.

La gente espera de sus políticos lo mejor, vocación y voluntad de hacer bien las cosas para el bienestar colectivo, la preservación de las riquezas y los intereses nacionales, incluyendo los recursos naturales, cuyo nivel de depredación no tiene precedentes en la historia del país. Valoremos esta expresión de pueblo.

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