“En política como en la guerra todo se vale”. Esta es una frase común y de uso continuo en los procesos electorales que han tenido lugar en el país en las últimas cinco décadas, razón por la cual el ejercicio de la actividad se ha visto siempre como un negocio.

Sin embargo, hay que recordar que los tiempos cambian, el mundo ha tenido grandes transformaciones en el marco de Ciclo Telemático y el deterioro de los valores morales es cada vez más preocupante, sobre todo en una actividad de tanto compromiso con la preservación de la democracia y las garantías ciudadanas.

Para nadie es un secreto que criminales, estafadores, lavadores de activos, narcotraficantes y otros, siempre han tenido los ojos en la política y en los políticos con fines ulteriores, sobre todo, para limpiar sus fortunas y depredar el Estado.

Esta vez, la preocupación ha tomado cuerpo y, es preciso que tanto los partidos políticos, la Junta Central Electoral como los votantes examinen con cuidado las ofertas electorales de todas las organizaciones insertas en el proceso, para evitar que nos sigan engañando y destruyendo los valores de una democracia, imperfecta, pero lograda con grandes sacrificios.

Las elecciones congresuales y municipales de febrero 2024 tendrán una gran oferta de aspirantes, razón por la cual hay que valorar su trabajo político, el origen de sus fortunas y otros detalles que eviten el descrédito y la pulcritud del certamen.

Esto también debe tomarse muy en cuenta en el proceso de mayo con la oferta para la presidencia y vicepresidencia de la República con el objetivo de escoger lo mejor y a quienes garanticen que el Estado no será objeto de negocios espurios ni desfalcado.

La deontología política debe tener cupo ahora con el propósito avanzar hacia una democracia más participativa, justa y sana, que es la aspiración de la mayoría de los dominicanos. ¡Que así sea!

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