El 2020 ha sido un año cargado de amargura para la humanidad, tanto por los efectos del mortal virus covid-19, convertido en pandemia, como por los grandes conflictos entre naciones borrachas por el control del mundo.
En el caso dominicano, los fenómenos naturales, la debacle política, la pandemia, la delincuencia, la desidia y el desorden social, nos legaron un año de pánico, sinsabores y desesperanza que, en el ocaso debe dejarnos colores diferentes y un respiro de paz y armonía.
En los pocos días que restan de diciembre, la autoridad dominicana debe ser investida con todo el poder necesario, para garantizar a la ciudad un final feliz y el inicio del 2021, con nuevos bríos y ganas de trabajar duro para ganar el tiempo perdido.
El gobierno central, debe asumir la potestad que la confiere la Constitución e investir a los institutos castrenses y la policía Nacional, conjuntamente con los organismos investigativos, Interior y Policía, Salud Pública y otras instituciones competentes, para que actúen sin contemplación, contra todo aquel que ponga en peligro la vida de los demás, sea cual sea la vía que utilice.
Esta bueno de relajo, los desaprensivos deben ser puestos en su lugar, porque la gente común, aquellos que realmente han padecido los embates de la pandemia y sufrido por los desmanes de la delincuencia, organizada o no, tienen derecho a disfrutar de una Navidad Segura, cargada de alegría y familiaridad, aunque con las restricciones establecidas.
Militares, policías, médicos, enfermeras, laboratoristas y personal de apoyo que, han sido héroes de gloria, en este amargo proceso, deben aguardar un poco más, porque “el mal no dura para siempre” y los dominicanos somos gente de fe, que creemos en que realmente Dios nunca nos desampara.
Estas Navidades 2020 deben quedar en nuestros recuerdos, no solo como el final de un ciclo amargo, sino el comienzo de un tiempo de esperanza y confianza en las buenas acciones que trae consigo el porvenir. ¡Feliz Navidad dominicanos!
