Cuando en cierto momento admites en tu corazón alguna cosa, o a alguien que en verdad quieres, ese sentimiento comienza a vivir contigo, se encarna en ti; de igual manera, cuando rechazas algo y en tu corazón te niegas a aceptarlo, ese sentimiento de disgusto también pasa a formar parte de ti. Así, aquello a lo que abres o cierras tu corazón, inevitablemente queda registrado y siendo parte de tu pensar y sentir. Nuestro Señor Jesús dijo: “El hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca lo bueno y el hombre malo del mal tesoro de su corazón saca lo malo”. Un carácter ácido es el resultado de un alma intoxicada, pero un corazón puro es la identidad de un alma habitada por Dios

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