Ciertamente resulta duro ver gente transitar por los surcos de sus circunstancias apagada y sin esperanza, como un pabilo humeante en medio de respuestas vacías y esperas huecas. Parecería que su fe huyó ante tantos problemas y se quedaron solos con sus circunstancias. Piensan que Dios no los escucha, que su presente y su lucha es su nuevo orgullo, confiesan conformismo y degradan su identidad como si fuera un traje de hace diez años. Quiero decirles que Dios no se muda, es quien hace nuevas todas las cosas y caminos donde no hay. Suelta los harapos del conformismo, la autoconmiseración y acepta el reto de lo nuevo. Posiblemente tu vida no sólo requiera ser bendecida, sino mejorada.

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