Los problemas nos llevan a elevarnos sobre lo ordinario cuando nuestro enfoque es atravesarlos en lugar de evitarlos, nos empujan a caminar sobre el borde de nuestro potencial. De ahí que al tomar decisiones debemos averiguar si creemos lo correcto o “lo que otros llaman” correcto. Al escoger vivimos la responsabilidad de hacer lo mejor para nuestra vida. Reflexionar, orar, meditar en la palabra de Dios, mirar nuestro interior, es imperativo. Es dejar al ego en la orilla. La visión del corazón es determinante, la luz del Señor irremplazable, sólo bajo su luz, recibiremos “la verdadera iluminación, esa que transmite la revelación que supera a la información. El hombre común ve el horizonte y sueña, pero el hombre de Dios cree y vuela sobre él.