Toda promesa dada por Dios tiene grandes objetivos además de bendecirte. Dice la Biblia que Abraham tenía 99 años cuando Dios se le aparece nuevamente, cambia su nombre, confirmándole como Padre de Multitudes y le aclara: “Mi promesa ya viene, y mi pacto lo estableceré con Isaac”. Entre una promesa y su cumplimiento podemos cometer el error de amortiguar la espera de maneras incorrectas. Solo Dios tiene control absoluto de ella, ahora, injertar nuestros planes o métodos para acelerar o ayudar su cumplimento es semejante a operar una oruga para sacar sus alas a nuestro modo. Notemos que Sara persuade a Abraham a tomar su esclava tal cual Eva convenció a Adán de comer la manzana. Definitivamente estamos listos para abrazar una promesa cuando solo Dios influencia sobre nuestro propósito.

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