El amor verdadero no es sólo pasión, también es propósito. No es solo convicción, es compromiso. Es coherente, firme y paciente. No es intimidad común, es íntima comunión, ni simple armonía en comunidad, es garantía de unidad y seguridad. Sus reflexiones son decisiones, sus misericordias son decretos, sus milagros, regalos. Construye el momento, respeta la hora y discierne los tiempos. No edifica nada grande en sus galerías que no se haya construido aún mayor en sus aposentos. Sus brazos son un templo, su alma un santuario y más que un sentimiento, es el pan que sustenta el hambre de tus años, la caricia que arropa tu cuna con ternura, tu vejez con cordura, tu dolor con la cura. ¡El amor es Dios, activo y manifiesto!