Hago listas de las tareas diarias ordinarias, con objetivos de agenda y organización general. También de las grandes: proyectos o realizaciones económicamente comprometedores y de beneficio a largo plazo. Lo primero es común y bueno; lo segundo se hace menos pero es altamente significativo. Ese tipo de listas, extraordinarias, connota metas y visión optimista. Su efectividad es sorprendente, puedo contar. Casualmente encontré una de esas listas, manuscrita, de unos cinco o seis meses, y me sorprendí de verla completada en ochenta por ciento, incluyendo el renglón más desafiante de la relación. Esto en plena crisis de pandemia; parecía mentira haberlo logrado, casi ni me lo creía. Exclamé ¡Gracias mi Dios! y ya trabajo la próxima.

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