Hemos escuchado que la vida no se mide en minutos sino en momentos; que el tiempo hace frágil al necio y fuerte al manso, que los minutos de un gran momento son eternos y la gloria más esperada es efímera. Las mediciones humanas siempre quedan cortas evaluando los regalos divinos. Dijo el Rey Salomón derrochando sabiduría celestial”… puso eternidad en sus corazones”. De no haberlo hecho así jamás podríamos experimentar su amor a lo largo de nuestra existencia. De ahí que una vida influyente toca su nota más alta en el momento que reconoce que su palpitar no toca sus notas en un tambor imaginario sino en el pentagrama de su amoroso corazón. ¡Solo cuando amamos producimos la música que hace que cada latido cuente y cada minuto valga!

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