San Pablo, en uno de sus más importantes e impactantes discursos, dijo que a los ojos de Dios quien no tiene amor es “como címbalo que retiñe” eso me hizo pensar que “el ritmo de nuestro corazón marca un compás entre la vida y la muerte cuya música Dios escuchará hasta que termine la sinfonía de esta vida”.

La familia, el matrimonio, los amigos, las hermandades no son más que espacios para ensayar el estilo de vida que tendremos en el cielo, a amar se aprende amando… en el roce, en el caer y levantarse, en el perdón y en el sacrificio. Ofender, airarse, odiar, resentirse, amargar, herir le bajan la nota al amor y se la suben al dolor, revisa eso, quien dice amar a Dios no vive desafinando.

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