La tolerancia sostiene un peso posible únicamente para almas fuertes, con fe inquebrantable, pulidas en el dolor, pero renovadas en la espera del amanecer. Son almas ligeras de pensamiento cual burbujas alcanzando la superficie, pero sujetas a sus convicciones como tesoros enterrados en los abismos de las aguas. Tolerar es parte de la espera, no tiene nada que ver con aceptar dualidades; es sufrir con inteligencia y paciencia, transpirar fe, esa que parece un fantasma entre los incrédulos, pero es una lámpara eficiente a los peregrinos de esta extraña vida. La tolerancia es la única ruta que reinserta en el camino a quienes han extraviado su destino. Recuerda, los procesos divinos nos dejan paciencia para las dificultades, sabiduría para las pruebas y tolerancia para las diferencias.

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