La esencia de la vida fluye de nuestro mundo interior. Ese lugar donde nuestro espíritu cruza las fronteras con libre acceso. Lo que somos nos lleva naturalmente a lo que hacemos, por ello buscamos aquello que hemos visto con los ojos del corazón. Las promesas del Señor son esos anteojos que nos llevan a tocar nuestro destino. Visión es lo que nuestros ojos no pueden vislumbrar pero el corazón entiende perfectamente, aunque esté colocado más allá del horizonte. La Biblia sólo tiene promesas para los vencedores, no tiene promesas para los enfermos sino para los que quieren sanar; no tiene bendiciones para los pobres, sino para quienes quieren dejar de serlo; por ello levántate como todo un conquistador porque aquello que has visto, ¡definitivamente será tuyo.

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