Mirar el firmamento requiere de entender que lo que observamos está sujeto a nuestra capacidad de percepción y no al objeto mismo. Cada lucero emite una luz que se originó millones de años luz antes que traspasaran nuestras pupilas. Ese descomunal firmamento, comenzó a brillar mucho antes que naciéramos, ha brillado primero en la mente de Dios, luego en el universo, más tarde en nuestros ojos y tal vez llegue a alumbrar nuestros corazones. Lo significativo es que en todo aspecto nuestro bien fue creado con gran antelación y detalle, que estamos a la distancia de un paso de fe para lograrlo. Tu corazón es un nano universo donde las promesas eternas de Dios brillan cada vez que creemos. ¡Que cómo está en el cielo se haga en la tierra!

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