Cuando en las primeras elecciones democráticas en más de 30 años, celebradas el 20 de diciembre de 1961, fue electo presidente, el profesor Juan Bosch tenía apenas meses de haber regresado a la República Dominicana tras un prolongado exilio de 25 años, durante el cual mantuvo una desconexión muy importante de la realidad dominicana.

Era entendible para la época que, por muy brillante que fuese una persona—y don Juan lo era, sin duda—careciera de los medios apropiados para mantenerse al tanto de la realidad de su país, pues no existían para entonces las vías que facilitaran una comunicación efectiva e instantánea como se disponen ahora.

Es decir, en ese aspecto era un mundo próximo a lo medieval, si bien ya se disponían de teléfono, telégrafo, correo aéreo y otros mecanismos de comunicación, pero sin la rapidez de los actuales.

En ese contexto, el candidato del Partido Revolucionario Dominicano era un extranjero, si tomamos en cuenta que había vivido fuera de su país más de la tercera parte de su existencia, que para ese momento era de 53 años.

Sin embargo, Bosch conectó rápidamente con las masas al conocer—pese a su prolongado exilio—la psicología del pueblo dominicano, conocimiento acopiado gracias a su extraordinario talento como costumbrista.

Aun así, al electo presidente le fue difícil conectar con sectores que venían de la dictadura y con los que tuvo que cohabitar en el ejercicio del Gobierno—más no del poder—, a pesar de lo cual fue destronado por esos mismos sectores, a los que no terminó de analizar y conocer.

Es una analogía cercana—salvando realidades, lo que ha sucedido el pasado domingo en Costa Rica, donde Rodrigo Chaves, un ausente de 30 años, se alzó con la Presidencia del país, dejando boquiabiertos a tirios y troyanos, ya que su irrupción fue una de esas especularidades que suelen darse en el juego de la democracia.

Chaves regresó a su país luego de servir ese largo tiempo en funciones técnicas del Banco Mundial, con desconexión social y sin entrenamiento político.

Para colmo, fue postulado por un partido de menos de cinco años de existencia, de estructuras inexistentes y plagado de improvisaciones.

En la primera vuelta dio la sorpresa inicial, al remontar de la nada a un 16%, suficiente para disputar el balotaje, producto de la impresionante atomización política que se ha verificado en Costa Rica, donde participaron 23 candidatos. ¡Impresionante dispersión!

Lo más probable es que, al final de su mandato de cuatro años, Chaves termine en las mismas condiciones del actual presidente, Carlos Alvarado, cuya gestión presenta un balance ruinoso. Así pagan las naciones los inventos electorales.

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