Hace algo más de una semana me desplazaba hacia el cumplimiento de un compromiso poco antes de las 9:00 de la mañana, cuando se me ocurrió cambiar el radio a modo amplitud modulada (AM) para saber en qué andaban las emblemáticas emisoras que aún operan en esa modalidad.

Recibí una grata sorpresa cuando el escáner automático se detuvo en una estación justo en el momento en que se anunciaba el inicio de la radionovela “Kalimán, el hombre increíble”.

Desconocía que aún se difundiera esa producción de las décadas de 1963 y 1970. Se trataba del capítulo donde el intrépido aventurero y su inseparable “pequeño Solín” se desplazan por el desierto en sedientos caballos ansiosos de llegar a un oasis.

No les cansaré contándoles el desarrollo del capítulo, pues los de mi generación recordarán el desenlace cuando los aventureros se topan con mil obstáculos y entran en inminente peligro frente a enemigos llegados de ultratumba, etc.

Lo que me motiva es rememorar aquella etapa de las radionovelas que ocuparon un espacio de principalía en la radio de toda América Latina, entre las cuales las aventuras de Kalimán tuvieron un lugar sobresaliente.

En aquellos tiempos de adolescentes nos congregábamos en algún punto para sintonizar a Kalimán en La Voz del Trópico, de don Joaquín Custals, de la cual, por azar del destino, yo llegaría a ser ejecutivo en los años noventa del pasado siglo.

La Voz del Trópico se escuchaba perfectamente en Oviedo—como las principales emisoras de entonces—y tenía su noticiero, Radio Reporte, dirigido por el recién fallecido periodista Mario Rivadulla, sin competencia, ya que se difundía a las 2:00 de la tarde, media hora después de los colosos Noti-Tiempo, Radio Mil Informando, Noticiario Popular, y de las emisiones de Tribunal Democrática.

Este último programa acaparaba el interés del país cuando iba “la voz nacionalista y revolucionaria”, el doctor José Francisco Peña Gómez, entonces secretario general—y ya líder—del Partido Revolucionario Dominicano, o en su defecto otro tribuno de la agitación política, Pablo Rafael Casimiro Castro.

Me desvié del tema de inicio, pero retomo para significar la época que llenó ese personaje, cuya voz corresponde al colombiano Óscar Ospina, actor de renombre continental por sus actuaciones en ese tipo de producciones y en teatro.

La voz de “El pequeño Solín” la puso la también colombiana Erika Krum, si bien la producción era, esencialmente, mexicana.

El nombre de Solín, presunto descendiente de faraones egipcios, era Radán Tagore, probablemente una aproximación a Rabindranath Tagore, sólido intelectual indio, Nobel de Literatura de 1913.

Rememorar aquella época es espiritualmente balsámico, cuando se impone la frase emblemática de Kalimán: “Serenidad y paciencia…mucha paciencia”.

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