El peso de un liderazgo político es determinante al momento de analizar el nacimiento de una organización, su presente y más importante aún, su futuro.

El profesor Juan Bosch marcó la vida institucional del Partido de la Liberación Dominicana desde el nacimiento de la organización en 1973, hasta el retiro del político determinado por el peso de los años y de achaques de salud, tras su enésima derrota en 1994. Nadie fue candidato peledeísta hasta entonces.

El doctor Joaquín Balaguer gravitó en su Partido Reformista Social Cristiano toda la vida política —la misma terrenal—y cuando respiró por última vez, al lado de su ataúd yacían, en otros dos imaginarios, uno con los 700,000 votos cautivos “en el bolsillo del pantalón”, y en el otro el PRSC que le llevó tantas veces al Gobierno.

Esa imagen surrealista cobró sentido con los años a partir de los que el PRSC fue dejando de ser partido con alguna significación, para ser útil para los “amarres electorales” de carácter personal o grupal.

El PLD, en cambio, sobrevivió exitosamente al final del profesor Bosch, porque sus discípulos se dieron cuenta a tiempo de la importancia de dirigir colectivamente y, sobre todo, de armonizar sus variopintos intereses.

Fue una previsión estratégica que les permitió forjar su impronta de indiscutibles realizaciones materiales e institucionales sobre la base de un predominio de 20 años, durante los cuales muchos llegaron a pensar que “nunca se pondría el sol”.

El doctor Leonel Fernández —sin dudas el discípulo más aprovechado de don Juan— cosechó liderazgo y visión estratégica del maestro, pero le superó en pragmatismo, en lo táctico, con lo que pudo formar conglomerados electorales para ganar él y llevar a Danilo Medina una vez al poder.

Ahora, el presidente Fernández está construyendo un partido que se parece mucho al PLD de sus primeros años, no en el modo de estructurarse, sino en la gravitación alrededor de su figura, como un planeta que atrapa a sus satélites.

Es por ello que, ahora mismo, hablar de la Fuerza del Pueblo y del doctor Fernández es tan intrínsecamente indisoluble que no sabemos dónde termina el uno y dónde empieza el otro.

Hasta qué punto esa prolongación umbilical es saludable o no solo podrá proyectarse dependiendo del resultado electoral del año próximo.

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