El desaparecido Juan Sánchez Lamouth, laureado y recordado poeta de la negritud, oriundo de un barrio marginal de la zona oriental de la capital, dedicó una de sus composiciones a lapidar el petróleo.

“No salgas, húndete más, presentido
petróleo de mi patria,
Santo petróleo, sobre tu cabeza dejo este fresco detalle,
Por tu sonrisa cruzan los alimentos verdes/

En las canastas de las verduleras/
En estos días tu sangre subterránea se
encuentra visitada por el viento del
pueblo que ya desencadena su furia…”.


Estos versos forman parte del poema “Presentido petróleo de mi tierra”, en el cual Sánchez Lamouth plasma un grito desesperado contra la opresión, hilvanado en conexión con el siempre acariciado sueño de que en estos pueblos de dependencia energética aparezca la materia prima fundamental del mundo moderno.

Muchos años antes y en tierras más lejanas, alguien había definido el petróleo como “el excremento del demonio”, debido en parte a que ese recurso fue desde su fundamental relevancia como materia prima, una fuente de desgracias desde distintos ángulos para las naciones poseedoras de importantes reservas.

Ocupaciones militares por potencias; derrocamientos de gobiernos no afines; revoluciones y algunas acciones de resistencia de los propietarios de esos recursos, llenan una larga narrativa respecto de lo que ha generado ese recurso. Sin embargo, la parte positiva deparada al mundo por el petróleo, sobresale de manera determinante frente a las desgracias.

De ahí que, en contraposición al llamado del poeta, nunca renunciaremos a la ilusión de que en el subsuelo y en la plataforma marina de la República Dominicana, se desprenda la existencia de abundantes reservas, aunque solo sean para satisfacer nuestra demanda interna.

Lo de ingresar al club de los países productores de petróleo ya sería otro cantar. Mientras tanto nos conformaríamos con disponer de una fuente propia de aprovisionamiento energético. Vale destacar, en ese sentido, los esfuerzos que se han llevado a cabo recientemente en procura de hacer intensivas las investigaciones encaminadas a determinar la existencia de petróleo y gas natural en nuestro territorio.

En ese marco se inscriben los acuerdos suscritos por el presidente Luis Abinader con su homólogo ecuatoriano, Guillermo Lasso; los que había firmado con el jefe del Estado argentino, Alberto Fernández, más los esfuerzos corporativos que viene realizando la Refinería Dominicana de Petróleo desde que el doctor Leonardo Aguilera asumiera como presidente del Consejo de Administración, hace 30 meses.

Es decir, que existe una decisión firme a nivel oficial para determinar los recursos existentes y, si fueran positivos, alegrarnos de que el petróleo afloró para alivio—en la magnitud que sea—de nuestras finanzas afectadas por las importaciones de una materia prima fundamental.

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