Cativías y pasteles en hoja son su sostén y la esperanza para superar obstáculos en la vida de esta trabajadora mujer
A los 77 años, Eduvigis de Jesús aún recorre las calles de San José de los Llanos, San Pedro de Macorís, con sus pasteles en hoja y pastelitos.
Su emprendimiento, bautizado como “La Cocina de Eduvigis”, ha sido durante años la principal fuente de ingreso para ella y su esposo. Lo hace con una mezcla de orgullo y responsabilidad: sabe que cada peso cuenta y que el trabajo diario es la única manera de sostener su hogar.
Eduvigis nació en Santo Domingo, pero cuando era apenas una niña su madre la envió con su abuela a San José de los Llanos. La familia enfrentaba una situación económica difícil y la capital no era opción para criarla. Desde entonces, sus días se han definido por el esfuerzo constante y por una actitud que no conoce de excusas. “Tal vez, si me hubiese quedado en la capital, habría estudiado”, rememora con la calma de quien aprendió a aceptar los caminos que toma la vida.
De joven soñó con ser cantante y con tener una familia numerosa. Sin embargo, un diagnóstico médico le arrebató la posibilidad de ser madre. “Pensé que era mejor hacer la voluntad de Dios. Él sabe por qué pasan las cosas”, recuerda. Su fe la mantuvo firme y su empeño la llevó a encontrar otra forma de llenar su vida: su negocio. Con una pequeña cocina, empezó a preparar empanadas, catibias y otros bocadillos que vendía caminando por la comunidad.
Hoy, ese negocio es también su sostén para atender a su esposo, quien padece cáncer. Los ingresos diarios le permiten pagar pasajes para consultas, comprar medicamentos y garantizar lo mínimo para la casa. “Con lo que tengo a mano, vivo al límite”, afirma con una sonrisa que no deja ver las preocupaciones de fondo.
Aunque no tuvo la oportunidad de estudiar formalmente, Eduvigis siempre buscó formas de mejorar. El punto de inflexión llegó hace un tiempo, cuando se integró a Mujeres SuperEmprendedoras, un proyecto del programa Supérate que ofrece acompañamiento y formación a mujeres emprendedoras. Sin grandes expectativas, empezó a asistir a las reuniones y encontró un espacio donde no solo recibió consejos para manejar su dinero, sino también algo que para ella resultó igual de valioso: la compañía de otras mujeres con historias parecidas.
“Nos dijeron que no importa el monto, lo importante es comenzar. Entonces tomé la alcancía y, de lo que vendía, guardaba 25 pesos diarios”, cuenta. Ese cambio de mentalidad le enseñó que, aunque los ingresos sean mínimos, el ahorro puede ser una tabla de salvación frente a imprevistos. La idea de guardar algo, aunque sea poco, le pareció una forma de proteger su trabajo y su esfuerzo.
El programa Mujeres SuperEmprendedoras, parte de Supérate, ha alcanzado a cientos de mujeres dominicanas que, como Eduvigis, trabajan en la informalidad y a menudo no tienen acceso a herramientas básicas de educación financiera. Para ella, fue una “luz al final del túnel”. “Me gustaba estar reunida con ellas. A veces aprendía; otras, simplemente me sentía acompañada. Ya no estaba sola”, explica.
Su historia refleja la realidad de muchas mujeres mayores en el país: sin pensiones formales ni redes de apoyo amplias, dependen de la venta ambulante o de pequeños negocios para sostener a la familia. El trabajo diario se convierte en la única manera de mantener una vida digna. Y, aunque reconoce que no todos sus sueños se cumplieron, Eduvigis celebra lo que ha conseguido: autonomía y la satisfacción de seguir siendo útil.
Su emprendimiento —la venta ambulante de catibias y pasteles en hoja por encargo— la ha llevado a ser nominada en el renglón de Desarrollo Económico y/o Superación de Limitaciones. Más que un premio, es un reconocimiento a su esfuerzo y a la forma en que, pese a las barreras, ha encontrado la manera de seguir adelante. “Ya no estoy sola, eso lo agradezco todos los días”, afirma con la seguridad de quien, aunque no estudió, aprendió la lección más valiosa: nunca es tarde para fortalecer un sueño.