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Redacción Ciencia, 7 jun (EFE).- El establecimiento de una renta básica a toda la población mundial podría aumentar el Producto Interior Bruto (PIB) en un 130 % y para ayudar a financiarla una opción sería cobrar un impuesto a los emisores de carbono, lo que serviría además para reducir la degradación del medioambiente.
Un estudio que publica Cell Reports Sustainability y firma un equipo internacional realizó un análisis a escala mundial de 186 países para examinar el impacto potencial de la renta básica como solución doble para la sostenibilidad y la resiliencia social.
El equipo calculó que costaría 41 billones de dólares proporcionar una renta básica a la población mundial de 7.700 millones de personas.
El coste por dar ese ingreso a 9,9 millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza en los países menos desarrollados supondría 442.000 millones.
Una renta básica para toda la población mundial podría aumentar el PIB mundial en 163 billones de dólares, lo que equivale aproximadamente al 130 % del PIB actual.
Cada dólar gastado en implantar la renta básica puede generar hasta 7 dólares de impacto económico, según muestra el análisis. “Si le das a alguien un dólar, gastará parte del dinero en comprar comida o pagar el alquiler”, según el equipo.
Los investigadores consideran que “la aplicación de la renta básica es factible y podría ser una solución para afrontar el doble reto de reducir la pobreza mundial y la degradación del medioambiente”. Además, con “las estrategias adecuadas puede reforzar las economías en tiempos de crisis”, señala el estudio.
El estudio cita algunos ejemplos, por ejemplo Indonesia, donde las aldeas que recibieron una renta básica contribuyeron a una “reducción sustancial de las tasas de deforestación”.
El equipo también estudió formas de financiar la renta básica y calculó que con gravar a los emisores de CO2 se pueden generar unos 2,3 billones de dólares al año, cantidad suficiente para proporcionar una renta básica a todas las personas que viven por debajo del umbral de la pobreza en los países menos desarrollados.
Además, sugieren otras opciones para financiar los programas de ingreso básico, como un impuesto sobre la contaminación por plásticos o la reorientación de subvenciones al petróleo, el gas, la agricultura y la pesca para financiar el programa.
“No es fácil implantar impuestos sobre el carbono, pero eso no impide que nuestros académicos informen de las pruebas que tenemos. Además, no estamos gravando a todo el mundo, solo a quienes contaminan el medioambiente. Deberían pagar por el daño que han causado”, indicó el primer autor del estudio Rashid Sumaila, de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver (Canadá).
La renta básica también puede ser un programa proactivo, según Sumaila. Cuando se producen crisis como pandemias o catástrofes naturales, las comunidades pueden ser más resistentes.
En un comentario sobre el estudio, en el que no participó, el economista David Castells-Quintana, de la Universidad Autónoma de Barcelona, consideró que, si bien aporta una contribución con un enfoque global, “la viabilidad e impactos específicos de un ingreso básico en cada contexto nacional ha de estudiarse más a fondo”.
Castells-Quintana señaló al Science Media Centre (una plataforma de recursos para periodismo científico) que este tipo de análisis “son a lo sumo ‘sugerentes’, pero no han de entenderse como evidencia definitiva de los beneficios de un ingreso básico. Para ello harían falta estratégicas de identificación de impactos realmente causales”.