El plátano es mucho más que un producto comercializable. Se le considera como uno de los víveres de mayor consumo en República Dominicana, y es una musácea de usos tan diversos como los lugares donde se cultiva en el mundo.

A pesar de tener un precio tan elevado, como el actual, que llega a dificultar su adquisición entre muchas familias dominicanas, el producto es tan buscado a nivel local como lo son, por ejemplo, el arroz, el pollo y el huevo.

El plátano tiene una serie de características que lo hacen de fácil manejo: No es complicado transportarlo y almacenarlo mucho menos.

Es fácil de comer y de desechar. No necesita refrigerarse y si se madura, igual se puede consumir en recetas que no serían posibles si ese plátano estuviera verde. Es el caso, por ejemplo del dulce de plátano maduro.

Y como si fuese una incongruencia, cuando está maduro -algo así como de camino a dañarse o a reducir su vida-, su cotización en centros de expendio es más elevada que cuando está verde.

El precio del plátano actualmente es abusivo; ha llegado a costar hasta 45 pesos (depende mucho del lugar donde se compra y se vende, pero especialmente está así en colmados), cosa que pudiera parecer extraña en un país donde hay tantos terrenos sembrados de plátano.

Lo que se está viviendo ahora ocurrió entre mediados y finales de 2015 y más o menos en 2016, pero menos exagerado y fuerte. Hace siete años las autoridades tuvieron que autorizar su importación para abastecer el mercado y de paso forzar a una caída de precios.

¿Es necesario ahora?… La pregunta ha comenzado a caminar en el país. Y razones hay de sobra para ello.
Ayer el plátano “barahonero” y el azuano (de esos que la gente llama macana o grandes) se cotizaban a razón de 26 pesos en algunos mercados públicos de la capital, pero había de igual tamaño -de distintas variedades- a un precio un “poquito menor”.

Generalmente, se trata de un plátano que la gente consume hervido o frito (tostones) pero hay otros usos. Y en esos usos (visto el plátano en todo su conjunto, incluyendo la planta) entran otros componentes, como el de manzanas o flor que nacen en la parte superior de los racimos.

Esas manzanas que todavía muchos agricultores cortan y tiran para aligerar la carga de la planta (una vez la fruta de está llena), pueden ser convertidas en dinero enviando esa flor a países extranjeros. De acuerdo con expertos consultados, en la flor de manzanas de rulo, plátano y guineos se aloja una serie de nutrientes.

Los consumidores de esas manzanas –como algunas comunidades asiáticas residentes en Estados Unidos- las hierven y las procesan como una ensalada. Hay lugares donde también las usan con fines decorativos y como alimentos para animales. En este último caso es para fermentarlas y procesarlas.

En el caso de varios supermercados de la capital, la unidad de plátano maduro se ha estado cotizando entre 23 y 27 pesos. En otros, su costo llega a 31 pesos.

Entre 2009 y 2014, los exportadores locales que sí conocen que las manzanas de las musáceas tienen valor, enviaron a los mercados internacionales una cantidad de 794,000 kilogramos, y generaron por ese concepto US$424,000, es decir, unos 16 millones de pesos para entonces, según datos del Centro de Exportación e Inversión de República Dominicana (CEI-RD, ahora Prodominicana).

Los países receptores han sido Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Suiza, Holanda y España, entre otros.

“No somos magos para esperar abundancia…”

Normalmente, entre diciembre, enero y febrero de cada año la producción de plátano en República Dominicana entra en un proceso de declive.

Eso se explica por el acercamiento de la época de frío. Y en algunos años esa época de frío coincide con la ocurrencia de fenómenos naturales. En el caso actual, la llegada del frío se encuentra con los efectos del huracán Fiona, que dejó destrucción a su paso en la antesala del último trimestre de 2022. A eso se suma la extensa cadena de intermediación en el comercio dominicano, y naturalmente la especulación y falta de conciencia entre los comerciantes.

El 70% de la producción de plátano en el país se concentra en terrenos secanos en el denominado “triángulo del Cibao Central” (Hermanas Mirabal- Licey al Medio, Moca, La Vega). El restante 30% se produce entre Barahona (desde Canoa, Jaquimeyes y Vicente Noble) y la Línea Noroeste.

“No somos magos para esperar que, en estas circunstancias, haya abundancia de plátanos en el país… No puede haber, pero sí en los meses venideros, con la siembra y la recuperación de los sembradíos (…)”, le dijo ayer a los periodistas el ministro de Agricultura, Limber Cruz, cuando fue abordado.

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