Robert Lighthizer: el nuevo rostro de la política comercial estadounidense

El presidente Donald Trump quiere que la prensa no se enfoque en lo que él llama “noticias falsas” sobre él mismo, sino más bien en los logros de su gobierno. El 12 de mayo, tuiteó sutilmente un ejemplo: “China acaba de aceptar que se permita&#8

El presidente Donald Trump quiere que la prensa no se enfoque en lo que él llama “noticias falsas” sobre él mismo, sino más bien en los logros de su gobierno. El 12 de mayo, tuiteó sutilmente un ejemplo: “China acaba de aceptar que se permita a Estados Unidos vender carne de res, y otros productos importantes, en China de nuevo. ¡Esto es una noticia REAL!”.Su primer acuerdo comercial fue real, aunque no el “logro hercúleo” pregonado por el secretario de Comercio Wilbur Ross. Prometió a las agencias calificadoras de crédito, a las compañías de pagos y a los exportadores de carne de res estadounidenses nuevo acceso al mercado chino, y estableció el 16 de julio como fecha límite para el avance.

Partes del acuerdo carecen de detalles, así que aún podría decepcionar. China ha estado ofreciendo abrir su mercado a la carne de res estadounidense desde 2006, pero con considerables restricciones. La Organización Mundial de Comercio ya ha dictaminado que las restricciones de China sobre las compañías de tarjetas de pago extranjeras violaban sus reglas, y la empresa dominante china está tan atrincherada que las tarjetas estadounidenses aún podrían pasar apuros para competir.

Quizá Trump seleccionó la noticia “real” equivocada. Más importante para su agencia comercial fue que el Senado confirmó el 11 de mayo a Robert Lighthizer como el nuevo representante comercial de Estados Unidos. Él importará mucho más para las relaciones económicas con China que un mini acuerdo apresurado y, ahora que está en funciones, puede empezar la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Incluso quienes no están de acuerdo con Lighthizer admiten que es inteligente y encantador. Tiene experiencia en negociaciones comerciales bilaterales por su periodo como vicerepresentante comercial del presidente Ronald Reagan e inusualmente dentro de este gobierno sabe cómo trabajar con otros departamentos y el Congreso.

“Todos en los círculos comerciales de Washington querían que fuera confirmado porque querían aptitud”, dijo Alan Wolff, del Consejo Nacional de Comercio Exterior, un cabildero empresarial.

Para los alarmados por la inclinación proteccionista de Trump, la aptitud de Lighthizer da poco consuelo. La suya es la versión forense del nacionalismo económico de Trump, que ve a China como una amenaza militar mercantilista, posibilitada por las políticas de libre comercio de Estados Unidos. Su profundo conocimiento de la OMC, que codifica la relación comercial de Estados Unidos con China, significa que conoce las debilidades de la organización. Puede ver, por ejemplo, que está mal preparada para hacer frente a la economía con intromisión estatal de China, la cual engendra la sobrecapacidad industrial.

Lighthizer combina un conocimiento enciclopédico de las reglas del comercio mundial con la disposición para incumplirlas si no sirven a los intereses de Estados Unidos. En 2010, escribió que “una dedicación precipitada, simplista y servil al mantra de ‘consistencia de la OMC’ … tiene muy poco sentido”.

Al menos, parece más interesado en moldear las reglas existentes para que se adapten a Estados Unidos que en hacer estallar a todo el sistema. Su éxito dependerá de cómo respondan otros. Podría necesitar tranquilizar a los muchos en la OMC que sospechan de él, recordando por ejemplo un discurso de 2001 en el cual, admitiendo que no tenía evidencia, sugirió que los jurados en los paneles de la OMC podrían ser “deshonestos”.
Como su jefe, sin embargo, Lighthizer quizá esté menos interesado en reparar cercas que en construir muros.

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