Hanói. La segunda cumbre entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y el líder norcoreano, Kim Jong-un, terminó ayer antes de lo previsto debido a un profundo desacuerdo en la negociación para desnuclearizar Corea del Norte.

La segunda jornada de la cumbre de Hanói comenzó con señales de sintonía entre los dos líderes, pero se cerró abruptamente sin la firma de la declaración conjunta que habían negociado ambas partes y con la admisión de Trump de que es posible que no vuelva a reunirse con Kim en “mucho tiempo”.

“Han sido dos días muy interesantes, incluso productivos, pero a veces hay que retirarse, y ésta es una de esas veces”, afirmó Trump en una conferencia de prensa al término de la cumbre.

Según el presidente estadounidense, Kim le ofreció desmantelar el centro de investigación nuclear de Yongbyon, donde produce su combustible para bombas atómicas, pero a cambio pidió un levantamiento de sanciones que Washington consideró inaceptable.

“Fue por las sanciones. Básicamente ellos querían que levantáramos las sanciones de forma íntegra, y nosotros no podíamos hacer eso. Estaban dispuestos a desnuclearizar una gran parte de las áreas que queríamos, pero no podíamos levantar todas las sanciones por eso, así que (…) tuvimos que retirarnos”, explicó Trump.

Además, Kim “no estaba preparado” para hacer lo que Washington le pedía en materia de desnuclearización, según afirmó el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo.

“Teníamos papeles preparados para firmar, pero simplemente no era lo adecuado. Prefiero mil veces hacerlo bien que hacerlo rápido”, recalcó Trump, que partió de vuelta a Washington tras la rueda de prensa.

EE.UU. y Corea del Norte llevaban semanas negociando una declaración conjunta para dar seguimiento a la suscrita en la histórica cumbre de Singapur, en la que planeaban incluir ciertos avances en materia de desnuclearización a cambio de un modesto relajamiento de las sanciones económicas de Washington.

Se rumoreaba, además, que Trump y Kim podrían firmar una declaración de paz en la península coreana, un documento no vinculante pero que habría tenido un peso simbólico claro en una región que sigue técnicamente en guerra tras el armisticio de 1953.

Ambas partes estudiaban establecer oficinas “de enlace” en sus respectivas capitales, un primer paso en el camino para iniciar relaciones diplomáticas entre los dos históricos enemigos, y se esperaban posibles avances en la devolución de los restos de soldados estadounidenses caídos en la guerra de Corea.

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