Ciudad del Vaticano, 2 ene (EFE).- Monseñor George Gänswein, de 66 años, se quebró cuando en la tarde del domingo amigos, trabajadores y ciudadanos vaticanos, así como los miembros de la Curia, lo abrazaron en el monasterio Mater Ecclesiae para darle el pésame por la muerte de Benedicto XVI: «Lo echaré mucho, mucho de menos».

Gänswein ha sido el fiel secretario del papa emérito desde 2003, su consejero y «casi como un hijo», explican las personas cercanas al pontífice, y abandonó todas sus actividades como prefecto de la Casa Pontifica, el encargado del protocolo, cargo para el que fue nombrado en 2012, para ocuparse plenamente de Benedicto XVI.

Para algunos, fue mucho más que un simple consejero, pues decidía en qué libros podía colaborar Benedicto XVI o sus intervenciones durante los casi 10 años tras su renuncia, sobre todo en los últimos años, cuando su salud fue muy frágil.

De él proceden las palabras que ayudaron a entender en estos años el estado en el que se encontraba Benedicto XVI, del que sólo se filtraban algunas fotos cuando recibía visitas. «Se apaga lentamente como una vela», dijo.

Y suya fue la idea de abrir libremente la capilla ardiente en el Mater Ecclesiae para que ya desde el domingo los más allegados pudieran darle el último adiós sin controles. Quien quiso pudo atravesar los muros vaticanos y llegar al lugar, inmerso en los jardines vaticanos, donde Benedicto XVI «se retiró de los ojos del mundo», como había prometido en 2013.

Joseph Ratzinger, que era el decano de los cardenales en 2005 cuando falleció Juan Pablo II, tenía el derecho de contar con un ayudante para preparar el cónclave y eligió a Gänswein, un experto en Derecho canónico con el que ya trabajaba en la Congregación para la Doctrina de la Fe dirigida por el cardenal alemán.

Iba a ser una ayuda personal sólo para esta ocasión, pero en el cónclave acabó siendo elegido papa y se quedó con él para siempre.

«Padre Georg» se convirtió en la sombra de Benedicto XVI durante los 8 años de pontificado y por su afabilidad y cortesía en uno de los «preferidos» de la prensa. Pero su apoyo se fortaleció tras la renuncia.

Nacido en Alemania el 30 de julio de 1956, en la ciudad de Riedrn am Wald, cerca de Friburgo, Gänswein fue ordenado sacerdote el 31 de mayo de 1984.

Su traslado al Vaticano se produjo a mediados de la década de 1990, por invitación del entonces cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de Fe, Ratzinger, impresionado por sus dotes como joven estudioso del Derecho Canónico, disciplina que impartió en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Opus Dei) en Roma.

Benedicto XVI lo nombró, el 7 de diciembre de 2012, prefecto de la Casa Pontificia y le otorgó el cargo de obispo, poco más de dos meses antes del anuncio, el 11 de febrero de 2013.

En una entrevista concedida hoy a Ezio Mauro, director de «la Repubblica», el padre Georg explica que le reveló sus intenciones de renunciar a finales de septiembre de 2012 en Castel Gandolfo. Gänswein le dijo que era imposible.

«Me dejó hablar. Y luego dijo: puedes imaginarte que he pensado bien esta elección, reflexioné, recé, luché. Y ahora estoy comunicando una decisión tomada, no una tesis a discutir. No es una cuestión que debatir, se decide. Yo ahora te lo digo, pero ahora no se lo digas a nadie», explicó.

Sobre el famoso escándalo de los documentos robados por parte del mayordomo Paolo Gabriele, Gänswein afirma que «el diablo estuvo en contra de Benedicto XVI» y que incluso le pidió al papa que le «despidiese» porque era su responsabilidad no haberse dado cuenta, pero él lo rechazó.

Cuando el pasado 25 de diciembre Gänswein viajó a Alemania para saludar a sus familiares, nadie podía imaginar que la situación se precipitase, pero tuvo que volver inmediatamente porque el estado de Benedicto XVI empezó a agravarse.

 El miércoles pasado le administró el sacramento de la Unción de enfermos, y el jueves y el viernes celebró misa con él en su dormitorio. El sábado por la mañana, fue él quien avisó a Francisco, el primero que supo que Benedicto XVI había muerto.

Hoy, desde primeras horas de la mañana, cuando los restos mortales del papa emérito abandonaron la casa Mater Ecclesiae para llegar a la basílica de San Pedro para el último adiós de los fieles, Gänswein permaneció a su lado. Hasta el final. EFE

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