Puerto Príncipe. Transcurrido un mes del inicio de la guerra entre bandas armadas que ha causado el éxodo de miles de personas en la capital de Haití, algunas familias han decidido volver a lo que queda de sus hogares, pero buena parte de ellos los han encontrado reducidos a ruinas o cenizas.
En Croix des Missions, entrada norte de Puerto Príncipe, desde hace una semana se percibe un tímido retorno a la zona, con el apaciguamiento del conflicto entre las pandillas 400 Mawozo y Chen Mechan, que ha causado al menos 188 muertos y miles de desplazados, según los últimos datos de la ONU.

Muchas casas fueron incendiadas y las que se libraron del fuego fueron saqueadas, dejando sin nada a sus moradores, como le ocurrió a Bertha St-Felix, de 38 años, madre de cuatro hijos y embarazada de un quinto, a la que Efe encontró entre las ruinas de su casa de dos habitaciones, quemada durante los enfrentamientos.

Tras huir y permanecer una temporada en un lugar seguro, ha regresado a su barrio, pero como su casa está en ruinas, se ve obligada a vivir con una hermana. “Lo he perdido todo. No pude salvar nada. Ni siquiera los certificados de nacimiento de mis hijos”, se lamenta.

El techo, que era de chapa, se convirtió en cenizas, entre las que aún se pueden ver los vestigios de una vida anterior: lo que queda de un televisor, añicos de una vajilla o la cama de hierro totalmente deformada por el fuego.

Desde que se desató el conflicto el 24 de abril, las llamas consumieron decenas de casas y vehículos y sirvieron para quemar vivas, en plena calle, a muchas víctimas civiles. La ONU denunció que la violencia alcanzó niveles “inimaginables” en los enfrentamientos, con registros de decapitaciones, incendios indiscriminados, asesinatos y violaciones de niños.

Bertha y su familia regresaron a Puerto Príncipe el viernes pasado, sin medios para quedarse en la ciudad de Mirebalais, donde se refugió con sus hijos y un hermano, al igual que otros cientos de desplazados que huyeron de la zona de conflicto.

La mujer ha decidido volver porque se han reanudado las actividades escolares y quiere que los dos niños que están con ella terminen el curso.

Igual que ella, David Corneille, de 26 años, ha regresado al barrio donde nació porque no tiene otro sitio al que ir.

Este sutil regreso de algunas familias está devolviendo la actividad al barrio, donde nuevamente se abren puertas, voces suenan aquí y allá, muchas dando forma a saludos de reencuentro, mientras vuelve a flotar el olor procedente de las cocinas que aún funcionan y comienza a percibirse el ajetreo del transporte público.

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