Iván Márquez pone voz al temor de Colombia: las armas vuelven a la política

Han pasado menos de tres años desde la firma del acuerdo de paz que puso fin a medio siglo de conflicto armado en Colombia

Bogotá.- Han pasado menos de tres años desde la firma del acuerdo de paz que puso fin a medio siglo de conflicto armado en Colombia y la figura de alias «Iván Márquez», jefe de las FARC en los cuatro años de negociaciones en Cuba, ha puesto voz al mayor temor del país, que las armas vuelvan a la política.

Márquez y el resto de desertores del proceso aseguran que la paz ha sido traicionada y consideran que fueron «ingenuos» al desarmarse «a cambio de nada», mientras acusan al Estado de incumplir y ponen el proceso de paz al borde del fracaso, pero ¿cómo ha llegado Colombia a este punto?

PLEBISCITO

Todo comenzó cuando Juan Manuel Santos, el mismo presidente que firmó el acuerdo de paz el 26 de septiembre de 2016 frente al mundo en un acto con todo el boato y con una decena de jefes de Estado como testigos, decidió convocar un plebiscito para ratificarlo.

El 2 de octubre del mismo año perdió su apuesta por un estrecho margen en una consulta marcada por la altísima abstención que también mostró el escaso interés -o la absoluta confianza de que ganara el sí- que despertaba el plebiscito entre los colombianos.

Tras la derrota, las partes se vieron obligadas a hacer modificaciones al acuerdo que fueron denunciadas hoy por Márquez como una de las primeras traiciones. Ese definitivo acuerdo fue firmado el 24 de noviembre del mismo año y aprobado por el Congreso sin necesidad de pasar por ningún tipo de consulta.

«LO PEOR DE LAS FARC»

Desde la firma del acuerdo, y aún antes, exguerrilleros se sumaron a grupos de disidentes que, en palabras de su último líder en armas y hoy cabeza del partido FARC, Rodrigo Londoño, «no fueron lo mejor» de la guerrilla.

En una entrevista reciente con Efe Londoño aseguró que «lo mejor de las FARC está en el proceso de paz», mientras que quienes se unieron a esas bandas lo hicieron por «la plata fácil».

El narcotráfico y la minería ilegal atrajeron a estos exguerrilleros muchos de los cuales reciben jugosas ofertas de bandas criminales para unirse a ellos.

INCUMPLIMIENTOS DEL ESTADO

Una vez firmado el acuerdo de paz los incumplimientos del Estado se hicieron manifiestos. El mejor ejemplo fueron las zonas veredales transitorias de normalización (ZVTN) en que se reunieron los todavía guerrilleros para dejar las armas.

Todavía con Santos como presidente muchas de esas ZVTN nunca terminaron de ser construidas y, en algunos casos, ni siquiera contaron con los servicios básicos.

Esa falta de compromiso sembró las dudas entre muchos guerrilleros que además han crecido en las zonas más remotas de Colombia donde el Estado es un recuerdo lejano y, en ocasiones, apenas un uniforme asociado a los peores recuerdos.

Pese al apoyo de la comunidad internacional, encabezada por la ONU y la Unión Europea que permanecieron inasequibles al desaliento, pocos proyectos productivos comenzaron a funcionar para dar una alternativa a los guerrilleros.

No obstante, el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), en que se transformó la antigua guerrilla, asegura que el 90 % de los excombatientes se mantienen fieles al proceso de paz con Londoño a la cabeza.

EL URIBISMO EN EL PODER

El plebiscito convocado por Santos movilizó a los opositores al proceso de paz y polarizó a los colombianos hasta un punto no conocido en el país. En ese caldo de cultivo el expresidente Álvaro Uribe, que nunca perdonó a sus sucesor que se apartara de su alargada sombra, capitalizó el rechazo de los colombianos a las FARC.

Con esa bandera de rechazo a las FARC y al acuerdo de paz consiguió que su pupilo Iván Duque llegara a la Presidencia en 2018. Si bien el actual mandatario representa el ala moderada del uribismo, sus manos están en buena medida atadas por los sectores más radicales que dominan en el Congreso su partido, el Centro Democrático.

ASESINATO DE EXGUERRILLEROS

Desde la firma del acuerdo de paz cerca de 150 exguerrilleros han sido asesinados. Muchos de esos crímenes se achacan a venganzas por casos relacionados con el conflicto, algunos al rechazo a unirse a bandas criminales y otros a la violencia política.

En todo caso, lo que muestran esos homicidios es que el Estado colombiano no ha sido capaz de proteger de manera efectiva a los excombatientes, acrecentando un miedo que ya cultivaban hacía tiempo.

EL CASO SANTRICH

Seuxis Paucias Hernández, alias «Jesús Santrich», sin duda el más lenguaraz de la vieja y nueva guerrilla, fue detenido el 9 de abril de 2018, acusado por Estados Unidos de conspirar para el envío de diez toneladas de cocaína a ese país.

La sorpresa fue quien lo delató y estaba presuntamente asociado con él: Marlon Marín, sobrino de Luciano Marín, nombre de pila de «Iván Márquez».

Las alarmas comenzaron a sonar entonces con fuerza y se inició una odisea penal que incluyó una disputa entre la Justicia Especial para la Paz (JEP) y la ordinaria.

En esos días, Márquez se marchó a una de las ZVTN, convertidas en espacios territoriales de capacitación y normalización (ETCR) en su natal departamento del Caquetá (sur), en el que se le perdió la pista poco después.

DESENGAÑO ELECTORAL

El partido FARC compareció por primera vez a unas elecciones en las legislativas del 11 de marzo de 2018 en las que obtuvo un sonoro fracaso: apenas 50.000 votos.

A muchos sorprendió lo intrépido del movimiento y sobre todo la arrogancia de algunos de sus miembros que aseguraron que lo hacían porque conocían bien la forma de pensar del país, pero constataron que no es lo mismo sostener un debate político con una comunidad cuando tienes un fusil en la mano que cuando lo haces con una papeleta electoral.

DE LA BANDOLERIZACIÓN A UNA NUEVA FACHADA POLÍTICA

Hasta ahora los grupos de disidentes estaban en un proceso de «bandolerización» y conformando grupos criminales dispersos dedicados al narcotráfico y la minería ilegal en un momento en que tanto el oro como la cocaína tienen precios muy altos.

La degeneración de la disidencia la visibilizó Walter Patricio Arízala, alias «Guacho», un exguerrillero que sembró el terror en la frontera entre Colombia y Ecuador, la que más coca tiene sembrada de todo el país.

Según distintas fuentes, estaba al servicio de carteles mexicanos y antes de ser abatido por un francotirador dejó un reguero de sangre y muerte marcado a fuego por el asesinato de un equipo periodístico del diario ecuatoriano El Comercio compuesto por Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra.

Sin embargo, ahora los cerca de 1.800 excombatientes que integran las disidencias miran al norte que les muestran Márquez y sus acólitos que quieren darle una nueva fachada política y un nuevo impulso.

VENEZUELA

Buena parte de los disidentes de las FARC se nutren de recursos en el Arco Minero de Venezuela. En ese país también se refugian, según muchas denuncias, los líderes del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

No faltan las denuncias de que allí también se esconden Márquez, Santrich y los suyos, pero el señalamiento más duro lo hizo ayer uno de los analistas más prestigiosos del conflicto armado, León Valencia.

«El presidente Duque se ha empeñado en el derrocamiento de (el presidente Nicolás) Maduro y (…) le ha liberado las manos para intervenir en Colombia», aseguró.

Una triple amenaza, Venezuela, ELN y la nueva guerrilla de Márquez, que se cierne sobre el proceso de paz, más débil hoy que nunca.

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