Washington. No estaba previsto que la fiesta terminara así y el campus de la Universidad de Howard de Washington DC, alma mater de la vicepresidenta Kamala Harris, se engalanó el martes para una fiesta, con globos, música y banderas, esperando coronar a la primera mujer presidenta de Estados Unidos.

A medianoche, conforme avanzaba el escrutinio de las elecciones y el resultado auguraba que no iba a ser un día de fiesta, la música se fue apagando en el cuartel general de la campaña, donde iba a salir la candidata demócrata a celebrar, o al menos a valorar los resultados. Una intervención que acabó posponiéndose hasta ayer.

Este miércoles seguían los globos, las banderas y hasta la música, pero fueron pocos los que bailaron y muchos los que lloraron al escuchar a Harris aceptar la derrota.

Caras tristes, abrazos de sororidad y palabras de condolencia sumieron al público en una especie de funeral, en el entierro de la esperanza de ver algo insólito, a una mujer de origen afroamericano y asiático llegar a la Casa Blanca, derrotando al primer expresidente convicto en la historia de Estados Unidos, Donald Trump.

“Hoy entramos en un proceso de duelo. Hemos estado tan concentrados en la lucha y el optimismo de lograr que suceda que no ha habido espacio para pensar en que no sucediera”, cuenta a EFE Rory tras el discurso. Ella, confiesa, fue una de las que lloró al escuchar a la vicepresidenta, como atestiguan las manchas en su camiseta. En un discurso de poco más de diez minutos, ante un público desolado, Harris afirmó que acepta su derrota, pero que no renuncia a la lucha para que la luz vuelva a Estados Unidos.

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