Ciudad del Vaticano. El papa apeló al amor como antídoto contra los males que afligen el mundo, desde el egoísmo que impide “establecer vínculos”, a las guerras que surgen de “la lógica de la exclusión”, sin olvidar los dolorosos “feminicidios”, durante la misa del Domingo de Pentecostés.

Ante más de 80,000 fieles, según el Vaticano, reunidos en una abarrotada plaza de San Pedro, con ocasión del Jubileo de los Movimientos, Asociaciones y Nuevas Comunidades, el papa habló en su homilía de la acción del Espíritu Santo, cuya revelación se celebra en Pentecostés, y quiso recordar a sus predecesores Benedicto XVI y Francisco.

“El Espíritu abre las fronteras” y “nuestra vida al amor”, dijo el pontífice estadounidense y peruano, citando las palabras que usó Benedicto XVI 20 años atrás, también en Pentecostés, cuando aseguró que la Iglesia “debe abrir las fronteras entre los pueblos y derribar las barreras entre las clases y las razas”, sin “olvidados ni despreciados”.

Y esa apertura, subrayó León XIV, debe empezar “ante todo, dentro de nosotros”, para que “nuestra vida se convierta en un espacio hospitalario”.

“Es triste observar como en un mundo donde se multiplican las ocasiones para socializar, corremos el riesgo de estar paradójicamente más solos, siempre conectados y sin embargo incapaces de ‘establecer vínculos’, siempre inmersos en la multitud, pero restando viajeros desorientados y solitarios”, pero el amor “disuelve nuestras durezas, cerrazones, egoísmos, los miedos que nos paralizan”.

El amor “también las fronteras en nuestras relaciones” y permite “abrirnos a los hermanos, vencer nuestras rigideces, superar el miedo hacia el que es distinto, educar las pasiones que se sublevan dentro de nosotros” e incluso “transforma también aquellos peligros más ocultos que contaminan nuestras relaciones, como los malentendidos, los prejuicios, las instrumentalizaciones”.

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