“¡Nos vamos pa’ la cabaña o no’ matamo’ to’!”

Cuando llegaron las cámaras, la señora ya no quería dar declaraciones. Cabizbaja y presa de la frustración, no podía terminar sus oraciones. A su lado se encontraba un señor al cual le sangraba la nariz y necesitaba ayuda para caminar. Junto…

Cuando llegaron las cámaras, la señora ya no quería dar declaraciones. Cabizbaja y presa de la frustración, no podía terminar sus oraciones. A su lado se encontraba un señor al cual le sangraba la nariz y necesitaba ayuda para caminar. Junto a ambos se encontraba un carro blanco, estrellado contra un pequeño muro en un ángulo agudo. Parece que alrededor del Monumento de Santiago había ocurrido un accidente extraño, pero más extraño aún era que el hombre al que los servicios de emergencia querían socorrer, por su estado de agresividad, terminaron metiéndolo en un vehículo de la Policía Nacional.

“Es un amigo de Eric y estábamos compartiendo y él me estaba enamorando”. La mujer decide no continuar su relato de los hechos, mostrándose afligida. Posiblemente sentía vergüenza por la conmoción que suscitó el evento. Quizás tenía miedo porque acababa de sobrevivir a un intento de homicidio. Cuando el conductor intentó huir de la Policía corriendo justo detrás de ella, la mujer ni siquiera se voltea.

El acontecimiento ocurrido el 22 de junio del presente año es algo confuso. Los medios relatan que dos hombres conocieron a dos mujeres en un centro de diversión. No sabemos si la decisión de ir a una cabaña fue consensuada por los cuatro antes de abordar el vehículo o si fue una decisión del conductor y su amigo una vez que iban en marcha. Pero sí sabemos que en algún momento del trayecto una de las señoras le dijo al conductor: “Yo a ti no te voy a dar nada, no voy a estar contigo porque tú a mí no me gustas”, a lo que el hombre respondió que si no iban para la cabaña “aquí nos vamos a matar los cuatro”. En ese momento el hombre decidió accidentar deliberadamente el vehículo con fines homicidas-suicidas.

Este incidente invita a realizar dos análisis. Primero, yo quisiera saber qué era lo que se estaba repartiendo esa gente. Él quería que ella se lo diera y ella le dijo que no le iba a dar nada. En el imaginario dominicano hablamos del sexo como si fuese un pedazo de yuca que se vende en un colmado. Esta idea es peligrosa por múltiples razones, la más grave es que cosifica el cuerpo de la mujer convirtiéndolo en el objeto más codiciado en una sociedad patriarcal y esa cosificación se traduce en coerción, mercantilización y violencia.

El segundo análisis es que tener sexo no se impone. Toda persona debería ser libre para decir que no y también de cambiar su opinión en cualquier momento. De hecho, este derecho se contempla en el Proyecto de Ley de Salud Sexual y Reproductiva que se encuentra pendiente en la Cámara de Diputados. Ojalá que de aprobarse, la sociedad dominicana aúne esfuerzos para implementar una educación sexual integral, adecuada a la edad de la niñez, que les enseñe a todos los niños que el sexo no es un pedazo de yuca que las mujeres tienen y que ellos deben arrebatárselo, no importa cómo. Ojalá que esta educación sexual también les enseñe a las niñas que el sexo no es tampoco un objeto tangible y cuantificable que tenemos y que si “lo damos”, entonces lo perdemos.

Quizás así podemos evitar que en un futuro, algún individuo, obsesionado con obligar a una mujer a acostarse con él, estrelle un vehículo en un intento homicida-suicida que hubiese resultado en cuatro muertes. Debemos prevenir situaciones similares y también aquellas coerciones que se viven frecuentemente pero que nunca llegan a titulares sensacionalistas porque la presión de “acceder” a relaciones sexuales no es tan aparatosa.

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