“Fue decisión propia. Yo tenía a las dos niñas. No tenía estudios alcanzados, no tenía nada que hacer y eso. Yo lo decidí (ejercer el trabajo sexual)”.
El testimonio es de una trabajadora sexual dominicana, recogido en un informe elaborado por Amnistía Internacional que expone las historias de 46 trabajadoras sexuales, 24 mujeres y 22 transgéneros, que denunciaron haber sufrido diversas formas de violencia.
De las 24 mujeres entrevistadas, entre 19 y 48 años, todas menos dos tenían hijos y la mayoría era madre soltera criando en promedio dos hijos. Gran parte con un bajo nivel de educación formal, menos de la mitad había terminado la escuela secundaria.
“Sus motivos para abandonar la escuela variaban. Algunas al quedarse embarazadas; otras dijeron que la pobreza de sus padres las había obligado a trabajar desde niñas”, indicó Erika Guevara Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional.
De las entrevistadas, algunas estaban yendo a la escuela nocturna para completar su educación secundaria. “Poco menos de la mitad de las mujeres entrevistadas habían intercambiado por primera vez sexo por dinero o productos antes de los 18 años. Empezaron a vender sexo por una diversidad de motivos.
La mayoría no recibían ninguna ayuda económica del padre de sus hijos, y lo ejercían para mantener a su familia. Otras buscaban independizarse económicamente de relaciones en las que habían sufrido violencia”, reseña el estudio titulado “Si ellos pueden tenerla, ¿por qué uno no?”.
Las trabajadoras sexuales entrevistadas estimaron sus ingresos mensuales entre 10 mil y 20 mil pesos que como cabezas de familia y única fuente de sustento, dedicaban a suplir necesidades básicas como alquiler, comida, alimentos para bebés, pago de colegio y materiales escolares.
Trabajadoras transgénero
La situación de las trabajadoras sexuales transgénero no es muy diferente. De las 22 entrevistadas, más de la mitad confesó que habían intercambiado sexo por dinero por primera vez cuando eran adolescentes. “Muchas habían empezado a vender sexo para comprar artículos que les permitieran expresar su identidad de género”, indica.
La mayoría expresó que fue expulsada de su casa siendo adolescentes entre los 12 y 13 años cuando empezaron a expresar su identidad.
Además contaron que, hacia la misma edad, habían abandonado la escuela a causa del acoso y la discriminación que sufrían en los entornos educativos. Sólo unas pocas de las trabajadoras sexuales transgénero entrevistadas por Amnistía Internacional habían terminado la escuela secundaria. Casi todas dijeron que habían empezado a ejercer trabajo sexual porque, a causa de la discriminación generalizada en el mercado laboral por su identidad de género, tenían muy pocas oportunidades laborales.
Así el número de transgénero que trabajaba en la calle e mayor, y sus opciones de empleo alternativo eran menores a las mujeres trabajadoras, lo que incrementaba su riesgo de sufrir violencia a manos de la policía.