Sin política pública para prevenir sus males, la ingesta de bebidas alcohólicas aumentó con encierro de la pandemia

Si empinar el codo fuera una actividad redituable, República Dominicana sería un país de millonarios. Cada vez con mayor intensidad y frecuencia, los dominicanos aumentan su cultura de tolerancia hacia el consumo de alcohol, la intoxicación y la ingestión de bebidas alcohólicas en exceso.

Recientemente han evidenciado, además, que si tienen que escoger un tipo de bebida en un año atípico como lo fue el 2020, por el confinamiento que impuso la pandemia del coronavirus, apostarán por una fuerte: el ron, preferiblemente, cuyo volumen de alcohol oscila entre 37% y 40%.

Así lo demuestra la cantidad de litros de ron que fueron adquiridos por los contribuyentes en el período enero-diciembre de 2020, de acuerdo con la Dirección General de Impuestos Internos. Mientras el consumo de ron ascendió a 10 millones de litros de alcohol absoluto, superando los 9.2 millones que fueron ingeridos en 2019; el consumo de whisky alcanzó la cifra sin precedentes de 3.4 millones de litros de alcohol.

Favorita desde siempre, la cerveza experimentó una caída notoria en la preferencia de los consumidores que estuvieron la mayor parte del año recluidos en casa, ya que los litros ingeridos bajaron de 19.5 millones en el año 2019 a 16.9 millones de litros consumidos en el 2020.

Estas cifras van de la mano con otras más atractivas. De los RD$633,336 millones que ingresaron al Estado el año pasado, RD$21,727.4 millones correspondieron a impuestos de productos derivados del alcohol, entre ellos: cerveza, ron, vino, whisky, vodka y ginebra, lo que representó una proporción importante de la recaudación.

Puesto que el alcohol causa intoxicación y posiblemente la muerte, los países tienen una responsabilidad que va más allá de la simple recaudación de fondos de un producto que se produce, distribuye, comercializa y vende legalmente, al igual que otros disponibles en los mercados. De hecho, están en el deber de prevenir y controlar su nocivo consumo.

Junto a los demás Estados miembros de la Organización Mundial de la Salud, República Dominicana asumió el compromiso de reducir 10% el consumo de bebidas alcohólicas para el año 2025.
Estuvo de acuerdo cuando en mayo de 2013, la Asamblea Mundial de la Salud adoptó un marco mundial para vigilar el progreso de la reducción y prevención de las enfermedades no transmisibles 2013-2020, que incluye el esfuerzo concertado, pero los contados pasos que el país ha dado para conseguir ese propósito son menos que los transitados por una persona en estado de ebriedad.

Para comenzar, el consumo del alcohol no es considerado un problema de salud pública. A pesar de los enormes efectos perjudiciales que entraña para la salud, así como su determinante contribución al número de muertes y discapacidades, en República Dominicana no existe una política pública que prescriba quién, qué, dónde y cuándo puede consumirse alcohol. Así lo admitieron las autoridades en el Informe sobre la Situación del Alcohol y la Salud en la Región de Las Américas 2020, que elaboró la Organización Mundial de la Salud.

De acuerdo con el documento, el alcohol fue la causa de 1,210 muertes en el país, durante el año 2016, por cada diez mil habitantes. El promedio de litros de alcohol (APC) que consumen los dominicanos con más de 15 años es de 6,6 litros; pero en los más bebedores esa cifra llega a los 14,9 litros, lo que significa que estos criollos ingieren más del 100% que el resto de la población, precisa la publicación.

Faltan controles

Sócrates Castillo, médico internista y psiquiatra con especialidad en adicciones, asegura que “en el país tenemos un problema muy serio de consumo de alcohol que no se ha querido abordar apropiadamente y, por lo tanto, se nos ha ido de las manos”.

Le parece aterrador que se pueda adquirir todo tipo de alcohol en los colmados, que muchas embarazadas lo consuman sin ningún freno y que numerosos establecimientos continúen ofreciendo bebidas alcohólicas a personas que evidentemente están embriagadas.

“¿Por qué vemos a una embarazada tomando en un colmado y nadie dice nada? ¿Por qué no trancan el colmado si la pobre criatura no tiene nada que ver con eso?”, se preguntó el especialista, en franca alusión a la falta de controles.

La exposición prenatal al alcohol, en particular durante el primer trimestre, tiene consecuencias graves, incluido los abortos espontáneos. Sin embargo, una de las consecuencias más graves es el síndrome alcohólico fetal, una afección de toda la vida caracterizada por daños al sistema nervioso central, anomalías congénitas, deficiencias de crecimiento y déficits en el desarrollo cognoscitivo, comportamental y emocional.

En el país se registran 9 casos de trastorno fetal causado por el alcohol por cada mil personas, de acuerdo con estadísticas de la OMS.

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