La segunda intervención estadounidense comenzó el 28 de abril de 1965, cuatro días después de que sectores militares y civiles leales al depuesto presidente Juan Bosch exigieran su retorno

Hace 58 años alrededor de 42,000 marines estadounidenses entraban en República Dominicana para cercenar la victoria de los constitucionalistas o “militares rebeldes” que días antes habían desalojado del poder al Triunvirato presidido por Donald Reid Cabral.

Los constitucionalistas habían reclamado el retorno de Juan Bosch a la presidencia, quien había sido derrocado y obligado a ir al exilio el 25 de septiembre de 1963. Era la segunda intervención estadounidense en República Dominicana.

Y es que días antes, el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, junto a cientos de constitucionalistas, había podido frenar en el puente Duarte el avance de las tropas del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), liderado por el general Elías Wessin y Wessin.

Todo parecía indicar que el triunfo de los constitucionalistas era inevitable; sin embargo, ante el desastre de Wessin; un coronel llamado Pedro Bartolomé Benoit, junto a otros jefes militares, solicitó mediante una misiva hacia la Embajada de Estados Unidos en República Dominicana que el país fuera intervenido por los norteamericanos.

Ese mismo día, el presidente estadounidense, Lyndon B. Johnson, se dirigió a su nación: “Los Estados Unidos de Norteamérica no pueden permitir, ni van a permitir, el establecimiento de gobiernos comunistas en el hemisferio occidental”.

Pedro Bartolomé Benoit presidente

Tras las tropas invasoras afianzarse aquel 28 de abril de 1965, una junta de militares se formó tres días después para funcionar en la base aérea de San Isidro. Este conglomerado estuvo conformado por el mismo coronel Pedro Bartolomé Benoit, quien la presidiría y por los miembros coronel del Ejército Nacional, Enrique Apolinar Casado Saladín y por el capitán de navío de la Marina de Guerra, Olgo Santana Carrasco.

Posteriormente, Bartolomé Benoit diría tiempo después: “La solicitud norteamericana para que interviniera se debió a la sorprendente violencia con que actuaron en los primeros momentos los rebeldes. Los comunistas, preparados desde hacía tiempo, se infiltraban rápidamente entre los militares rebeldes y terminaron dando a la rebelión un nuevo giro. Los saqueos y los incendios anunciaban bien hacia dónde iba la revolución, y creía mi deber no dejarla llegar. Por eso pedí ayuda a los norteamericanos, y no estoy arrepentido. Es claro que lo que ahora deseo es que se normalice la situación lo más rápidamente posible, de manera que las tropas interamericanas puedan abandonar el país”.

A pesar de que en una primera instancia Bartolomé Benoit representaba los intereses de los norteamericanos, su popularidad pronto fue decayendo ante la resistencia de los constitucionalistas durante los primeros días de mayo.

El punto culminante del deterioro del prestigio de Benoit fue la juramentación el 4 de mayo de ese año de Francisco Alberto Caamaño Deñó como presidente constitucional de la República frente al Altar de la Patria.

Esto fue posible porque Bosch cedió sus poderes desde Puerto Rico, cuya decisión fue acatada por el Congreso Nacional electo en las elecciones generales del 20 de Diciembre de 1962, cuando el binomio Juan Bosch-Segundo Armando González Tamayo, triunfaron frente a la Unión Cívica Nacional.

El general Antonio Imbert Barrera junto a John Bartlow Martin, procónsul de los Estados Unidos.

Imbert Barrera presidente

La designación de Caamaño hizo que Benoit fuera dejado a un lado. Es a partir de ahí que un héroe nacional resurge de manera conveniente a favor de los estadounidenses: el general Antonio Imbert Barrera, quien fue uno de los cabecillas del ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina.

Imbert Barrera fue juramentado el 7 de mayo de 1965 bajo una administración que se autodenominaría “Gobierno de Reconstrucción Nacional”, la cual sería apoyada por los norteamericanos para finalmente aplastar a los “militares rebeldes”.

Las tácticas utilizadas para frenar a los constitucionalistas son objeto de debates, sobre todo por la denominada “Operación Limpieza”, la cual buscaba la destrucción de toda resistencia en la zona norte de la capital.
Este plan fue llevado a cabo a partir del 15 de mayo. El operativo fue brutal y miles resultaron muertos o desaparecidos; tanto civiles como militares.

El combate fue encarnizado y llevado a cabo calle por calle, casa por casa. Tantos militares como civiles se enfrascaron en una lucha fratricida. Los uniformados que representaban al gobierno de Imbert Barrera, junto a asesores estadounidenses, se enfrentaron a comandos constitucionalistas que resistieron la ofensiva durante al menos una semana.

En esos comandos constitucionalistas lucharon Roberto Duvergé, Orlando Mazara, Eligio Antonio Blanco Peña, Rafael Gamundy Cordero, entre otros.

Del lado del “Gobierno de Reconstrucción Nacional”, un general llamado Enrique Pérez y Pérez, tendría un papel activo durante la “Operación Limpieza”. Su accionar se destacaría a tal punto que llamaría la atención de los asesores estadounidenses. Su notoriedad sería posteriormente compensada con altos cargos y de poder durante los 12 años siguientes.

Desenlace de la Guerra Patria

La imposición de un gobierno de facto y paralelo al de los constitucionalistas, con influencias estadounidenses agudizó la matanza de dominicanos por las escaramuzas que se extendieron hasta septiembre.

Miles de ciudadanos, incluyendo de otras nacionalidades, ofrendaron sus vidas en las calles de Santo Domingo. Sobre todo los días 15 y 16 de junio, cuando se lanzó una extensa operación militar sobre la zona constitucionalista que buscaba barrer de una vez y por toda con toda resistencia posible.

La guerra terminaría con la firma del Acta Institucional, auspiciada por la OEA, rubricada por Imbert Barrera y Caamaño Deñó, para alcanzar la paz, tomando juramento el 3 de septiembre como nuevo presidente interino, Héctor García Godoy.

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