La política norteamericana en el Caribe. El intento de anexión de República Dominicana a los Estados Unidos, (y 2)

El proceso de dominación por parte del imperio norteamericano había despertado el interés de los políticos antillanos, especialmente aquellos que defendían la ideología anexionista, en parte porque estos hombres ‘‘admiraban las instituciones&#82

El proceso de dominación por parte del imperio norteamericano había despertado el interés de los políticos antillanos, especialmente aquellos que defendían la ideología anexionista, en parte porque estos hombres ‘‘admiraban las instituciones y el régimen de vida de los Estados Unidos, o que buscaban al menos estabilidad y seguridad bajo la gran sombra de la ‘La Gran República’. (…) Cierta falta de confianza en las propias fuerzas para conquista y realización de la independencia, sirvió quizás de trasfondo psicológico a esta posición’’. La cita que acabamos de exponer es del historiador Alberto García Menéndez, con quien coincidimos, pues como él pensamos que las tendencias anexionistas persistieron en las Antillas durante los últimos años del decenio 60 del siglo antepasado, y cuya base era fundamentalmente ideológica. Los hombres participaban en política con el propósito de defender sus intereses, ya sean de los de su grupo o clase social. Liberales, conservadores, anexionistas o independentistas, todos integran fuerzas, que basada en principios ideológicos o intereses, luchan por imponer su posición, y sobre todo, dominar el escenario político.

Ante el fracaso de la Anexión a los Estados Unidos, se buscó un camino intermedio, como se apuntó en la entrega anterior que era el arrendamiento de la península y bahía de Samaná por un periodo de 99 años. En dicho acuerdo se contemplaría la posibilidad de los Estados Unidos de comprar el territorio en cuestión, si así lo consideran conveniente.

El 28 de noviembre de 1869, el comisionado especial enviado por el Gobierno de los Estados Unidos, Orville Babcock, consiguió la autorización del Senado norteamericano para la firma del convenio de arrendamiento de la bahía y península de Samaná. Parece que fue modificado el número de años, pues según las informaciones oficiales dominicanas el arrendamiento sería por un periodo de 50 años. El referido convenio se firmó, y el Gobierno dominicano recibió la primera partida por dicho concepto, es decir, la suma de 150,000.00 dólares, y el 4 de diciembre se izó la bandera americana en Samaná.

“La República Dominicana acuerda la inmediata posesión y ocupación, en clase de arrendamiento a los Estados Unidos de América de todo el territorio comprendido en la península y bahía de Samaná (…) Los Estados Unidos tendrán, poseerán y ocuparán esa porción durante un periodo de cincuenta años…”[1]

Las implicaciones políticas fueron muchas. Algunos observadores y analistas políticos de la época señalaron que con este arrendamiento se estaban dando los primeros pasos para una dominación fuerte de los norteamericanos en los asuntos internos del país. En tal sentido, Huttinot, cónsul francés en la República Dominicana en 1877, decía años después de la firma del convenio, que:

“(…) en razón de la proximidad, y de los elementos que disponen los norteamericanos, estos pueden mantenerse en la isla. Si llevan por ejemplo, de 5 a 600 mil soldados, estos podrían extenderse sin dificultad por toda la isla, la cual no tardaría en convertirse en americana. Y bajo el pretexto, en cualquier crisis que se presentara, el gobierno de los Estados Unidos podría tener una base naval en Samaná que daría muestra de autoridad. Sin embargo, estas ventajas no las podría tener una potencia europea, pues las enfermedades y las dificultades de todo tipo se presentarían e impedirían que se vea a Santo Domingo como un lugar atractivo.”[2]

La observación del cónsul francés refleja la impotencia de las potencias imperiales tradicionales (Francia, España, Inglaterra y Holanda) frente a la nueva potencia que se perfilaba como las más importante, y sobre todo que estaba situada en una posición geográfica mucho más favorable, debido a su cercanía con los países latinoamericanos, y muy especialmente a la región del Caribe.

En los legajos de relaciones exteriores hay reseñas reveladoras de que hubo en primera instancia una reacción favorable por parte de la ciudadanía norteamericana a la firma del convenio. Según la opinión del cónsul norteamericano (la referencia del ministro dominicano de Relaciones Exteriores no señala su nombre, pero creemos que en ese momento estaba el Sr. Perry), la población de la ciudad de New York, así como una buena parte del Congreso, veía con buenos ojos las negociación e incluso señalaban que muchos mercaderes, sobre todo ingleses, habían solicitado el cambio de nacionalidad, debido al arrendamiento y la posible anexión a los Estados Unidos, pues se desarrollaría la actividad comercial.

Pero estas negociaciones encontraron firme oposición de parte de los liberales dominicanos, encabezados por Gregorio Luperón y José María Cabral, quienes al enterarse de los planes del presidente Báez comenzaron a movilizarse y a realizar protestas en el exilio. Desde Jamaica hicieron pública su oposición, acusando a Báez de vender el país a los norteamericanos, mancillando la soberanía.

Estos líderes comenzaron a movilizar fuerzas al interior del país. Uno de los más aguerridos fue el general Cayetano de la Cruz, quien se opuso al proyecto y fue apresado. Todos aquellos que expresaran su opinión contraria al proyecto de anexión o al de arrendamiento eran apresados de manera inmediata.

Los baecistas intentaron que algunos personajes importantes del interior hicieran pública su adhesión al proyecto, como una forma de contrarrestar la oposición. Así en Santiago, Juan Núñez expresó su apoyo al presidente. Lo mismo ocurrió con I. Rodríguez en La Vega, y Juan Acosta en Samaná.

Pero las acciones de protestas no pudieron detenerse. Los aliados de Luperón y Cabral, dentro y fuera del país crecían. El Gobierno intentó entonces la disuasión, pero no logró lo resultados esperados.

Para mala suerte de Báez fue derrocado en 1874, asumiendo el poder Ignacio María González, quien el 23 de marzo de ese año decidió rescindir el contrato de arrendamiento de la Bahía de Samaná, decisión que fue apoyada por el Congreso dominicano el 30 de ese mes de marzo. A la compañía norteamericana se le exigió el abandono del lugar en un plazo de 24 horas.

¿Por qué fracasó el intento de anexión a Estados Unidos primero y luego el arrendamiento de la Bahía de Samaná? ¿Por las acciones de los liberales que calaron en la conciencia de los liberales norteamericanos del Congreso? ¿Tenían otras prioridades?
Los amantes y defensores del proyecto revolucionario liberal afirman que fue la fuerza de la unión entre los liberales caribeños que doblegó al poder norteamericano. Otros afirman, que en los Estados Unidos existían contradicciones internas y otros que el presidente Grant no tenía el liderazgo suficiente. Finalizo con una reflexión de la historiadora puertorriqueña María Dolores Luque:

En conclusión podemos observar que el expansionismo norteamericano tuvo una larga historia. Comenzó antes de la Guerra de Independencia con un carácter territorial, estimulado por la presión de factores económicos y sociales. La rivalidad con Francia, Inglaterra y España cubrió gran parte del siglo XIX, y se acentuó en el terreno comercial y en los intentos de penetración económica y política en el Caribe. Hacia fines del siglo, este expansionismo añadió nuevas miras: la conquista de los mercados asiáticos y la completa hegemonía en el Caribe.[3]
_____________________________________
[1] Legajo 19 de Interior y Policía, 1870. AGN
[2] Huttinot, Carta II. Cp. Tome 12. 1873-1877. Archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia.
Traducción mía.
[3] María Dolores Luque de Sánchez,
La ocupación norteamericana
y la Ley Foraker, San Juan, Puerto
Rico, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1986, p. 25.

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