Además de la pandemia por el COVID y el cambio climático, la humanidad está enfrentando otra amenaza para su futuro: el mal uso o abuso hará que los medicamentos antimicrobianos, como los antibióticos, sean menos beneficiosos por el aumento de resistencia de los patógenos.

Las y los niños del planeta ya están sufriendo el problema. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que el problema de la resistencia a los antibióticos causa 1 muerte de un niño o niña cada 3 minutos.

Afecta incluso más a los recién nacidos. Ocurren por año 200.000 muertes de recién nacidos por resistencia a los antimicrobianos.

Para compartir actualizaciones regionales y globales de actividades contra el problema de la resistencia a los antimicrobianos entre el miércoles 21 y el viernes 23 de marzo están reunidos en Buenos Aires expertos que forman parte de la Red de Centros Colaboradores de la OMS.

En una reunión a la que tuvo acceso Infobae, la doctora Kitty van Weezenbeek, directora de vigilancia, prevención y control de la resistencia a los antimicrobianos de la agencia sanitaria de Naciones Unidas, dijo: “La resistencia a los antimicrobianos no es un tema solo relacionado con infecciones. Sin los antibióticos, sería imposible realizar cirugías o administrar tratamientos para cáncer. Es una problemática más amplia”.

A nivel global, la resistencia a los antimicrobianos va en aumento, especialmente en países de medianos y bajos ingresos. La pandemia además agravó el problema: varios estudios demostraron que a un número cada vez mayor de pacientes que fueron internados en los hospitales recibieron un tratamiento con antibiótico cuando solo tenían la enfermedad COVID-19, que es una infección viral. Esas prácticas podrían haber aumentado los niveles de resistencia antimicrobiana en todo el mundo.

“Hay muchos malentendidos en los médicos y los pacientes. La gente cree que recibe el mejor medicamento si se le da un antibiótico de amplio espectro. Como muchas veces faltan los servicios de laboratorio, los doctores terminan recetando un antibiótico de amplio espectro por el simple hecho de querer hacer el bien y ayudar”, advirtió.

Pero -señaló van Weezenbeek- la gente no tiene en cuenta que el mal uso de los antibióticos de alto espectro genera más resistencia y pueden no ser beneficioso para ellos como pacientes. “Desafortunadamente, los servicios de laboratorios en los países de medianos y bajos ingresos no cuentan con una buena calidad de diagnóstico. Muchas veces son sistemas que no tienen la suficiente calidad”, remarcó.

La funcionaria contó que el desafío implica que toda la sociedad participe para enfrentarlo. Una de las acciones puede ser investigar para contar con más antibióticos.

Pero el desarrollo de un fármaco antimicrobianos puede llevar entre 10 y 15 años. “Muchas de las empresas farmacéuticas que desarrollaban antibióticos han quebrado”, afirmó.

Para van Weezenbeek hay que abordar también el problema de la prescripción inadecuada de antibióticos y la calidad de los laboratorios para que se puedan hacer los diagnósticos de los pacientes de manera temprana y con certeza.

Si se desarrollaran más antibióticos pero no se resuelven esas dos cuestiones antes, se volvería a caer en el mismo problema: habría resistencia de los patógenos a los futuros medicamentos.

En este momento -aclaró-, los países están trabajando para crear un mercado saludable para la producción de antibióticos, en el que interactúen universidades y empresas de manera equitativa. Si bien no hay faltantes de antibióticos hoy, “lo habrá si seguimos haciendo un uso exagerado o indebido de los antibióticos”, señaló.

Entre 2017 y 2021, solo 12 nuevos antibióticos entraron en el mercado. Mientras que solo 6 de los 27 antibióticos que se estaban evaluando el año pasado contra la lista de bacterias críticas se consideran lo suficientemente innovadores como para superar la resistencia. Solo dos de ellos son capaces de atacar formas altamente resistentes de los patógenos.

Otra de las acciones que ayuda a reducir el problema es adherir a la vacunación, ya que es una medida de protección contra infecciones. En mayo, la Asamblea Mundial de la Salud tratará el tema y cada país se comprometería a trabajar más por el control de infecciones tanto dentro como fuera de los hospitales.

“En general, un hospital no es un lugar seguro. No se puede evitar que no haya transmisión de infecciones dentro de los hospitales. Pero se puede asegurar que cuando una infección hospitalaria ocurre, hay un laboratorio que lo detecta y que haya comités hospitalarios para tomar medidas”, afirmó van Weezenbeek.

Cada país debería tener una guía en el uso de los antimicrobianos. Cada institución de salud debería tener un programa de control de infecciones hospitalarias y un protocolo para atender a los pacientes. El personal de limpieza de cada hospital cumple un rol importante también y requiere capacitación para que esté actualizado.

La resistencia a los antimicrobianos no es solo una cuestión de la salud humana. Muchos de los antibióticos que se dan en animales, como pollos o cerdos, se usan para promover el crecimiento, y eso también contribuye a que aumenten los niveles de resistencia de los patógenos.

Alrededor del 73% de los antimicrobianos vendidos en todo el mundo en 2017 se destinaron a animales utilizados para la producción de alimentos. Por eso, ya hay casos de medicamentos, como la colistina, en los que está prohibido su uso en animales en algunos países, comentó Pilar Ramón-Pardo, líder del programa de resistencia antimicrobiana de la Organización Panamericana de la Salud, que estuvo presente en la reunión en Buenos Aires.

América Latina es una de las regiones más impactadas por el problema de la resistencia a los antimicrobianos. “Porque la situación era peor antes del inicio de la pandemia”, según informó el 30 de octubre pasado a Infobae la científica Alejandra Corso, a cargo del Laboratorio Nacional/Regional de Referencia en Resistencia a los Antimicrobianos del Instituto ANLIS/Malbrán y una de las coautoras del estudio publicado en Emerging Infectious Diseases, la revista de los Centros para el Control y la Prevención de las enfermedades (CDC).

En abril de 2021, desde la Argentina se hizo un alerta sobre una detección preocupante a la Organización Panamericana de la Salud. Se había detectado que el 27% de los aislamientos de bacilos gram negativos a partir de pacientes hospitalizados tenían una combinación de enzimas carbapenemasas que era desconocida hasta ese momento en el país.

El mecanismo de resistencia se encontró principalmente en pacientes infectados por Klebsiella pneumoniae. A partir del alerta, los laboratorios de referencia de otros países de la región se pusieron a buscar si ese mecanismo de resistencia ya se estaban dando en sus territorios y también lo encontraron.

Paraguay, Brasil, Colombia, Uruguay, Perú, Ecuador, Venezuela y Costa Rica también detectaron superbacterias con dos carbapenemasas. Belice, Dominica y Chile también notificaron la aparición de genes de carbapenemasas que antes no habían identificado.

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