Situado a la propia altura de las lomas que rodean al paradisiaco Valle de Constanza, salta a la vista, la vergonzante desnudez de la mayoría de esos promontorios. Daños a un frágil ecosistema, acumulado por decenios de abusos de unos pocos desaprensivos, con poder y fortuna, para comerciar con el pino autóctono o para crear espacios agropecuarios.
Montañas que gritan ante la actitud hostil de unos pocos y la complicidad permisiva de muchos, que no entienden que estamos obligados a devolver a esas zonas, su condición de generadores y mantenedores de lo que hace atractivo a este paraíso nacional.
Corresponde al liderazgo, mas allá del político, lograr la sinergia para hacer confluir los esfuerzos, en las jornadas de repoblación y rescate de bosques y en la gestión de recursos para realizarlos. Quizás esto conlleve a cambios operativos de “días de campo”, donde empleados con magnifica intención, realizan labores escasas de plantar arboles, en sitios donde las situaciones criticas obligan a esfuerzos descomunales y continuados.
Habrá que multiplicar los viveros, y que esto sea fuente económica para muchos. Constanza es un lugar único en el Caribe, con clima, vegetación y fauna muy particulares, enclavado en las entrañas de la Cordillera Central, cerca del centro geográfico de la Isla, donde la inconsciencia ha fructificado hasta llegar a limites de difícil recuperación. Jarabacoa, con una dinámica y agresiva presencia turística de larga data, conserva en envidiable condiciones, sus alrededores.
Válido, el difícil esfuerzo de las actuales autoridades de Medio Ambiente, con Francisco Domínguez Brito a la cabeza, afanadas en detener el proceso de degradación acelerada de áreas criticas para la existencia de los habitantes del país, programas que agraciadamente cuentan con el apoyo político y efectivo del Presidente Danilo Medina.
El rescate de Valle Nuevo tendrá necesariamente que extrapolarse a muchas otras áreas circundantes, respetando la agricultura que no agrede el ambiente, riqueza productiva de una zona plagada de hombres y mujeres de trabajo.
Es ya notorio lo que se ha logrado en la propia Carretera de Casabito y los esfuerzos por rescatar la Reserva del Ebano Verde, responsabilidad de la Fundación Progressio y el liderazgo de Enrique Armenteros.
El dolor vergonzante de comprobar los daños laceran el alma, se neutraliza con la esperanza motivante de entender que, hay muchos dominicanos con conciencia de mantenimiento y rescate de los recursos naturales, envalentonados, que exigen respuestas adecuadas a ese reclamo visceral de la naturaleza criolla.
Luchamos contra valores culturales negativos en lo que a depredación, degradación y daños se refiere, acrecentados por la masiva presencia de haitianos que habiendo acabado con los bosques propios, vienen por los nuestros, con peligrosa avidez y complicidades diversas, de dominicanos sin conciencia. l