Abogados y cultura universal

En términos generales, los abogados que se gradúan en estos tiempos tienen menos cultura universal que los de antaño. Naturalmente, conozco varios con una preparación integral excelente, pero entiendo que son minoría.Parece que entre…

En términos generales, los abogados que se gradúan en estos tiempos tienen menos cultura universal que los de antaño. Naturalmente, conozco varios con una preparación integral excelente, pero entiendo que son minoría.

Parece que entre los jóvenes abogados la lectura y el razonamiento pierden espacio de manera acelerada. Muchos ignoran los clásicos de la literatura y las principales manifestaciones del arte, no pueden descifrar ni una máxima jurídica latina, no tienen idea de los grandes acontecimientos de la historia (en especial la de nuestro pueblo), viven apáticos con lo que ocurre en el mundo, y no han comprendido que la abogacía es una profesión esencialmente polifacética.

Perdonen si peco de algo rudo con lo que expresaré. Estamos observando una generación ligth de abogados, más preocupada de lo superfluo y de la vanidad que de adentrarse en Platón o en Mazeaud; más seguidora del deporte y de la moda que de aprender oratoria o de profundizar sobre las nuevas tendencias del derecho. El nuevo abogado que se empeñe en lograr armonía entre lo moderno y los principios que fundamentan el derecho tiene el éxito asegurado, siempre tomando en cuenta que lo ético debe imperar en cada una de sus acciones.

Mis palabras pretenden ser una crítica constructiva, que bien puede traspasar al abogado recién graduado y abarcar  otras ramas del saber, porque un técnico, un licenciado, un doctor, o cualquiera que tenga un trabajo al servicio de los demás, si actúa con torpeza en lo que hace, es un verdadero peligro ambulante y tarde o temprano producirá daño.

Y si me pidieran dos consejos simples, para empezar, diría que se debe aprender a hablar como Dios manda, tanto en los tribunales como en nuestra cotidianidad; y también debemos esforzarnos por escribir correctamente, tanto en el ámbito jurídico como en el informal facebook. ¡Ah, caramba! He escuchado cosas que más que graciosas, son alarmantes en boca de algunos abogados.
Del siguiente diálogo fui testigo. Dos leguleyos discuten sobre una herencia. Se alteran y uno de ellos le grita al otro: “Si usted quiere litigiar, pues litigiemos, que esa herencia heredada de los muertos que fallecieron son de mis clientes vivos”. Y el otro, para no quedarse atrás le ripostó: “Su Señoría, le hagamos las observancia de las observaciones del colega que me ha desafiado a litigiar, que se rasque la lengua, porque habemos abogados que ipsofactamente somos guapos y preferimos la muerte antes que perder la vida”.

La abogacía es una profesión hermosa, donde se puede hacer el bien, promoviendo la justicia y el respeto a la ley, lo que se logra con mayor facilidad y mejores resultados cuando se tiene una sólida cultura universal.

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