El agua es símbolo del espíritu Santo

IntroducciónEncontramos nueve símbolos del Espíritu Santo, dados por Dios, para que podamos comprender lo que el idioma mismo no puede explicar o expresar. Son éstos: agua, aceite, fuego, la nube y la luz, el sello,…

Introducción

Encontramos nueve símbolos del Espíritu Santo, dados por Dios, para que podamos comprender lo que el idioma mismo no puede explicar o expresar. Son éstos: agua, aceite, fuego, la nube y la luz, el sello, el dedo, la mano, el viento y la paloma. Una breve explicación de cada uno se puede encontrar en mi libro “Para vivir Pentecostés siempre”, tema 33.

A propósito del símbolo del agua, hay una explicación hermosísima de San Cirilo, Arzobispo de Jerusalén, entre los años 348-387, en una de sus 23 célebres catequesis, justamente la número 16 sobre el Espíritu Santo.

Me pareció tan diciente esta explicación, en la que San Cirilo busca responder a la pregunta: ¿Por qué motivo se sirvió Jesús del término agua para denominar la gracia del Espíritu Santo?, que consideré oportuno compartir sus reflexiones con ustedes y hacer algún comentario aquí o allá sobre ellas, precisamente en la vísperas de la celebración de Pentecostés del año 2016. Las citas textuales de San Cirilo las pongo entre comillas y mis comentarios sin ellas.

Punto de partida

El punto de partida son las palabras mismas de Jesús en el Evangelio de Juan 4, 14: “El agua que yo le daré se convertirá en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”; “esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él”: “de su seno correrán ríos de agua viva” (Juan 7, 38-39).
Se trata, pues, de “una nueva clase de agua que corre y salta; pero que salta en los que son dignos de ella”.

¿Por qué Jesús se sirvió del agua como símbolo de la gracia del espíritu?
He aquí cinco primeras razones válidas y fácilmente comprensibles:
“porque todas las cosas constan de agua;
“porque el agua sostiene todo;
-porque es imprescindible para la
hierba y los animales;
-porque el agua de la lluvia desciende del cielo;
-porque desciende siempre de la misma forma”.
Sin embargo produce
efectos diferentes
Es cierto: desciende siempre del mismo modo y de la misma forma y permaneciendo la misma, como “una única fuente que riega todo el huerto”, sin embargo produce diferentes frutos y efectos:
– “de una forma está en las palmeras”, por ejemplo
– “de otra en las vides”
– “se vuelve blanca en el lirio”
– “roja en la rosa”
– “de color púrpura en las violetas y en los jacintos”
“Diversa y variada en los distintos géneros de cosas”, pero es “siempre la misma y sin variación”. “Y aunque se mude en huracán, no cambia su forma de ser, sino que se acomoda a la forma de sus recipientes, convirtiéndose en lo que es necesario para cada uno de ellos. Por eso la lluvia no transforma su naturaleza para descender en modos distintos, pero da a cada cosa lo que le corresponde”.
Así, el Espíritu Santo
es y actúa como el agua
“De la misma manera, el Espíritu Santo, aunque es único y con un solo modo de ser e indivisible, distribuye la gracia “a cada uno en particular según su voluntad” (cfr. 1 Cor 12, 11).
Así:
-“Igual que un tronco seco que recibe agua produce brotes, el alma pecadora, que está seca, cuando por la conversión ha sido agraciada por el don del Espíritu Santo, produce santidad, los racimos del Espíritu Santo;
-se sirve también de la lengua de unos para el carisma de la sabiduría;
-ilustra la mente de otros con el don de la profecía;
– a éste le concede el poder de expulsar demonios;
– a aquel le otorga el don de interpretar las Sagradas Escrituras;
– fortalece, en unos, la templanza;
– en aquellos la Misericordia;
– a éste enseña a practicar el ayuno y la vida ascética;
– a aquel otro, lo prepara para el
martirio”.
Diverso, pero nunca
distinto de sí mismo
Ve, pues, que el Espíritu Santo es diverso en cada uno, pero nunca es distinto de sí mismo. Como está escrito (1 Corintios 12, 7-11), sirviendo este texto de reafirmación y complemento de cuanto hemos dicho: “A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común. Porque,
a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría;
a otro palabra de ciencia, según el mismo Espíritu;
a otro fe en el mismo espíritu;
a otro carismas de curaciones, en el único Espíritu;
a otro poder de milagros;
a otro profecía;
a otros discernimiento de espíritus;
a otro diversidad de lenguas;
a otro don de interpretarlas”.
Pero todas estas cosas distintas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad.
Y en cada uno se manifiesta distinto e igual para un mismo y único fin y objetivo: el bien común.

De esta manera, todos pueden sentirse distintos, pero iguales, y nadie superior a otro, porque “es el mismo Espíritu el que obra todo en todos”.

Como el agua, el espíritu llega manso y suavemente

“Su actuación en el alma es suave y apacible, su experiencia es agradable y placentera y su yugo es levísimo. Su venida va precedida de los rayos brillantes de su luz y de su ciencia. Viene con la bondad de genuino protector; pues viene a salvar, a curar, a enseñar, a aconsejar, a fortalecer, a consolar, a iluminar, en primer lugar, la mente del que lo recibe y, después, por las obras de éste, la mente de los demás.

Y, del mismo modo que el que se hallaba en tinieblas, al salir el sol, recibe su luz en los ojos del cuerpo y contempla con toda claridad lo que antes no veía, así también al que es hallado digno del don del Espíritu Santo se le ilumina el alma y, levantado por encima de su razón natural, ve lo que antes ignoraba.” (Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo, sobre “El agua viva del Espíritu Santo”).

De mi libro citado

Creo oportuno traer también aquí la breve explicación que traje en mi libro “Para vivir Pentecostés siempre”, relacionando el Espíritu Santo con el símbolo del agua:

“El agua significa la acción del Espíritu Santo en el Bautismo; así, el agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo.

El Espíritu fecundada las aguas propiciando la vida. La tierra caótica iba adquiriendo por la acción fecundante del Espíritu. Donde hay caos, vacío, confusión y muerte, el Espíritu vivifica.

La vida primera nace desde las aguas por obra del Espíritu.

Las torrenciales aguas del diluvio sumergen el pecado de la humanidad y salvan a un hombre justo y su familia, la tierra es renovada para siempre.

El pecado y la maldad han sido sumergidos en el agua. La humanidad revive y se recrea nuevamente.

Las aguas del mar Rojo, por la acción del Espíritu, salvaron a Israel de la esclavitud.

La promesa de Dios es un agua purificadora y un Espíritu renovador. El agua es condición para la vida, hace crecer y desarrollarse, refresca y purifica, es alegre y transparente, el agua sirve de cuna al hombre nueve meses. No podríamos vivir sin ella. Renueva la tierra. Alimenta las plantas, comunica la vida, nos sostiene y nos limpia el alma.

El Espíritu es el agua que quita la sed para siempre. El Espíritu es el dador de la vida.

Un día también por el Agua y el Espíritu nosotros renacimos para Dios. Llevamos el sello maravilloso de su paso por nosotros’’.

Conclusión

CERTIFICO que para mi trabajo el agua es símbolo del Espíritu Santo, publicado en la vísperas de Pentecostés 2016, me inspiré fundamentalmente en la Catequesis 16 de San Cirilo, Arzobispo de Jerusalén del siglo IV, sobre el Espíritu Santo.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros, a los once (11) días del mes mayo del año del Señor dos mil dieciséis (2016).

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