Un amor para siempre

La vida enseña que “el amor no es repetición. Cada acto de amor es un ciclo en sí mismo, una órbita cerrada en su propio ritual.” Marío Benedetti. No encuentro una mejor frase para confirmar una gran historia,…

Un amor para siempre

Corría el mes de mayo del año 2005. En silencio, desde hacía cerca de dos semanas, sentía cómo, sin explicaciones, se deterioraba mi salud. De repente la cabeza me daba vueltas y tenía que buscar con urgencia un lugar donde sentarme o una pared&#823

La vida enseña que “el amor no es repetición. Cada acto de amor es un ciclo en sí mismo, una órbita cerrada en su propio ritual.” Marío Benedetti. No encuentro una mejor frase para confirmar una gran historia, que pocos conocen.   

Era agosto de 1980. Un año de recuerdos y decisiones que marcaron un antes y un después, en lo que más tarde se convertiría en una gran historia de amor. Todo inició en la universidad. Dos jóvenes de visión amplia, con metas por alcanzar, valientes y decididos, se conocen en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) en Santiago, estudiando ambos la carrera de Derecho. 

Allí, en las aulas, se forjó una gran amistad entre ambos, lo que permitía que conforme pasaba el tiempo los sentimientos crecieran. Aura Celeste empezó a observar detenidamente a Guillermo, aquel joven de buen parecer, con un gran amor al estudio, un elevado nivel cultural, una motivación por lo social y lo humano, y una linda familia. Estas fueron las razones que le cautivaron el corazón.

Que tuvieran la misma perspectiva de las cosas les llevo a crecer más en amistad. Iniciaron por compartir el mismo tipo de literatura y autores, más tarde esa cercanía pasó campo político. Su historia señala que desde que iniciaron la carrera existió una conexión, aunque fue mucho después que él le manifestó abiertamente sus sentimientos. “Éramos compañeros de estudio y amigos entrañables. Fuera del  amor interesado nos queríamos demasiado desde hacía mucho tiempo y compartíamos la mayoría de nuestros problemas y sueños”. Recuerda Aura Celeste mientras respondía las preguntas.

Aquella época era difícil, eran menos liberales que ahora y se tenía que contar con la aprobación de los padres. Una de las razones por las pudieron mantenerse firmes, fundamentando su unión en el respeto. (Entre corchetes o palitos)

Aquello fue el inicio de todo. Esos jóvenes llenos de fuerza, hoy están unidos en cuerpo, alma y visión, junto a la hermosa familia que han formado. Aura Celeste destaca que siempre han pensado igual sobre los aspectos fundamentales de la vida; pero si en algún momento surge alguna contrariedad, como es normal en las relaciones, buscan solucionarlo conversando con una o varias tazas de café por medio.

Con casi 35 años de matrimonio (lo cumplen el próximo el 1 de Agosto), Aura Celeste Fernández describe lo que siente por su esposo Guillermo Moreno García, con las siguientes palabras: amor, admiración y necesidad de compañía mutuas. Reposando en esas afirmaciones le preguntamos: ¿Qué le da la seguridad de que puede pasar el resto de la vida con alguien? A lo que respondió: “Que haya amor, madurez en la relación de pareja, puntos de vista comunes, admiración mutua, comprensión  y respeto a las familias de ambos.”

 

La voz de la experiencia

Con motivos a celebrarse el día del amor y la amistad, Fernández desde su experiencia de vida, comparte su consejo para las parejas principiantes y avanzadas. He aquí sus sugerencias:

1. Comprensión.

2. Dejar pasar cosas que no sean fundamentales.

3. Ser transparentes y leales.

4. Ser detallistas.

5. No aceptar violencia física y verbal.

6. Ser solidarios.

7. Enfocarse en el proyecto común y en el propio.

 

De esta manera, en un fragmento de Rayuela, se confirma la travesía de este amor. «Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.» Julio Cortázar.

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Corría el mes de mayo del año 2005. En silencio, desde hacía cerca de dos semanas, sentía cómo, sin explicaciones, se deterioraba mi salud. De repente la cabeza me daba vueltas y tenía que buscar con urgencia un lugar donde sentarme o una pared de la cual recostarme, si no lo hacía en ese momento, corría el riesgo de caerme contra el piso.

De repente, todo volvía a la normalidad, pero no pasaba un día en que no me asaltaran esos síntomas extraños que me hacían pensar que padecía alguna enfermedad de cuidado. El temor a un diagnóstico de esta naturaleza me impedía ir al médico. Me preguntaba, si estaba enferma de gravedad, ¿cómo se lo diría a mis padres? en especial a mi papá, que aunque es hombre, cuando se trata de la salud de sus hijos es mami la que mantiene la fortaleza. A los mareos, siguieron unos extraños deseos por comer platos que antes, ni que me pagaran me los ponía en la boca. Fue así como comencé a incluir en mi dieta habichuelas, pescado y lo impensable, ¡sopas! Sin darme cuenta le dije adiós a los helados, las hamburguesas y cierto pastel de chocolate con crema por el que era y soy capaz de cualquier cosa.

Lo último que pasaba por mi mente era que estuviera embarazada, pero era ese maravilloso estado el que me había puesto el mundo al revés. Desde que, atendiendo a la recomendación de mi mejor amiga, compré en la farmacia más cercana una prueba de embarazo y vi cómo ante mis ojos se dibujaron esas dos rayitas color malva, mi vida cambió para siempre. Ese día di tantos saltos que no sé cómo conservé en mi vientre el preciado embrión que crecía dentro de mí.
La felicidad de ese día, sólo se compara con la alegría que me trajo el mes de octubre del año 2007, cuando por segunda vez en mi vida me azotaron los mismos síntomas; pero esta vez supe de inmediato que estaba bendecida una vez más.

Hoy agradezco a Dios y a la vida, por haberme dado la oportunidad de vivir y conocer el amor más profundo que existe en el mundo. Este, como todo amor al fin, nos hace sufrir, nos provoca desvelos y preocupaciones, nos hiere con una que otra mentira, y aunque un día los hijos crecen y se marchan de nuestro lado, nunca nos olvidan.

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