No es Anna Wintour, ni quiere serlo

En una generación en la que todo el mundo quiere ser «fashionista», Alexandra Shulman desencaja en el estereotipo, muy a pesar de ser una personalidad de gran influencia en el mundo de la moda.

En una generación en la que todo el mundo quiere ser «fashionista», Alexandra Shulman desencaja en el estereotipo, muy a pesar de ser una personalidad de gran influencia en el mundo de la moda.

La editora de la edición británica de Vogue, llama la atención por verse muy «normal».  

Asiste a los desfiles despeinada, con una chaqueta de punto sobre los hombros y un libro para matar el tiempo entre presentaciones. Cercana y con aversión por los salones de belleza, esta periodista de 55 años no cumple con ninguno de los estereotipos de sector.

Ha escrito una novela sobre un grupo de amigas adentrándose en la vida adulta (Can We Still Be Friends), es jurado en premios literarios y no cuenta con ningún diseñador entre sus amigos. Al contrario que su homóloga Anna Wintour, directora del Vogueestadounidense, no madruga para jugar al tenis o visitar al peluquero. Shulman aprovecha la primera hora de la mañana para ultimar su segundo libro.

Su aspecto relajado oculta una voluntad férrea de luchar contra los excesos de la industria y de promover una imagen corporal sana. En sus dos décadas dirigiendo Vogue nunca ha publicado un artículo sobre cirugía estética y se niega a mencionar dietas de adelgazamiento en las páginas de la revista. Ha liderado la iniciativa de Vogue para mejorar las condiciones de trabajo de las modelos y en 2009 escribió una carta a las grandes firmas reprochándoles que las minúsculas prendas de muestra solo sirvan a las más delgadas de las maniquíes. Su próximo proyecto es un documental que desvela a los adolescentes el proceso de maquillaje, iluminación y retoque que hay detrás de una perfecta foto de portada.

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